Juan
14,15-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé
otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El
mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio,
lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos,
volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis
y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre,
y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda,
ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me
manifestaré a él».
*****|*****
José Antonio Pagola
Jesús se
está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y abatidos. Pronto no le
tendrán a él. ¿Quién podrá llenar su vacío? Hasta ahora ha sido él quien ha
cuidado de ellos, los ha defendido de los escribas y fariseos, ha sostenido su
fe débil y vacilante, les ha ido descubriendo la verdad de Dios y los ha
iniciado en su proyecto humanizador.
Jesús les
habla apasionadamente del Espíritu. No los quiere dejar huérfanos. Él mismo
pedirá al Padre que no los abandone, que les dé «otro Defensor» para que «esté
siempre con ellos». Jesús lo llama «el Espíritu de la verdad». ¿Qué se esconde
en estas palabras de Jesús?
Este
«Espíritu de la verdad» no ha de ser confundido con una doctrina. Esta verdad
no hay que buscarla en los libros de los teólogos ni en los documentos de la
jerarquía. Es algo mucho más profundo. Jesús dice que «vive con nosotros y está
en nosotros». Es aliento, fuerza, luz, amor... que nos llega del misterio
último de Dios. Lo hemos de acoger con corazón sencillo y confiado.
Este
«Espíritu de la verdad» no nos convierte en «propietarios» de la verdad. No
viene para que impongamos a otros nuestra fe ni para que controlemos su
ortodoxia. Viene para no dejarnos huérfanos de Jesús, y nos invita a abrirnos a
su verdad escuchando, acogiendo y viviendo su Evangelio.
Este
«Espíritu de la verdad» no nos hace tampoco «guardianes» de la verdad, sino
testigos. Nuestro quehacer no es disputar, combatir ni derrotar adversarios,
sino vivir la verdad del Evangelio y «amar a Jesús guardando sus preceptos».
Este
«Espíritu de la verdad» está en el interior de cada uno de nosotros
defendiéndonos de todo lo que nos pueda apartar de Jesús. Nos invita a abrirnos
con sencillez al misterio de un Dios Amigo de la vida. Quien busca a este Dios
con honradez y verdad no está lejos de él. Jesús dijo en cierta ocasión: «Todo
el que es de la verdad escucha mi voz». Es cierto.
Este
«Espíritu de la verdad» nos invita a vivir en la verdad de Jesús en medio de
una sociedad donde con frecuencia a la mentira se la llama estrategia; a la
explotación, negocio; a la irresponsabilidad, tolerancia; a la injusticia,
orden establecido; a la arbitrariedad, libertad; a la falta de respeto,
sinceridad...
¿Qué sentido
puede tener la Iglesia de Jesús si dejamos que se pierda en nuestras
comunidades el «Espíritu de la verdad»?
¿Quién podrá
salvarla del autoengaño, las desviaciones y la mediocridad generalizada?
¿Quién
anunciará la Buena Noticia de Jesús en una sociedad tan necesitada de aliento y
esperanza?
No hay comentarios:
Publicar un comentario