Evangelio: Mt 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús
les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y
en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo
lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo.»
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José Antonio Pagola
En el núcleo de la fe cristiana en un Dios trinitario hay
una afirmación esencial. Dios no es un ser tenebroso e impenetrable, encerrado
egoístamente en sí mismo. Dios es Amor y solo Amor. Los cristianos creemos que,
en el Misterio último de la realidad, dando sentido y consistencia a todo, no
hay sino Amor. Jesús no ha escrito ningún tratado acerca de Dios. En ningún
momento lo encontramos exponiendo a los campesinos de Galilea doctrina sobre
él. Para Jesús, Dios no es un concepto, una bella teoría, una definición
sublime. Dios es el mejor Amigo del ser humano.
Los investigadores no dudan de un dato que recogen los
evangelios. La gente que escuchaba a Jesús hablar de Dios y le veía actuar en
su nombre experimentaba a Dios como una Buena Noticia. Lo que Jesús dice de
Dios les resulta algo nuevo y bueno. La experiencia que comunica y contagia les
parece la mejor noticia que pueden escuchar de Dios. ¿Por qué?
Tal vez lo primero que captan es que Dios es de todos, no
solo de los que se sienten dignos para presentarse ante él en el Templo. Dios
no está atado a un lugar sagrado. No pertenece a una religión. No es propiedad
de los piadosos que peregrinan a Jerusalén. Según Jesús, «hace salir su sol
sobre buenos y malos». Dios no excluye ni discrimina a nadie. Jesús invita a
todos a confiar en él: «Cuando oréis, decid: “¡Padre!”».
Con Jesús van descubriendo que Dios no es solo de los que se
acercan a él cargados de méritos. Antes que a ellos escucha a quienes le piden
compasión, porque se sienten pecadores sin remedio. Según Jesús, Dios anda
siempre buscando a los que viven perdidos. Por eso se siente tan amigo de
pecadores. Por eso les dice que él «ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido».
También se dan cuenta de que Dios no es solo de los sabios y
entendidos. Jesús le da gracias al Padre porque le gusta revelar, a los
pequeños, cosas que les quedan ocultas a los ilustrados. Dios tiene menos
problemas para entenderse con el pueblo sencillo que con los doctos que creen
saberlo todo.
Pero fue sin duda la vida de Jesús, dedicado en nombre de
Dios a aliviar el sufrimiento de los enfermos, liberar a poseídos por espíritus
malignos, rescatar a leprosos de la marginación, ofrecer el perdón a pecadores
y prostitutas..., lo que les convenció de que Jesús experimentaba a Dios como
el mejor Amigo del ser humano, que solo busca nuestro bien y solo se opone a lo
que nos hace daño. Los seguidores de Jesús nunca pusieron en duda que el Dios
encarnado y revelado en Jesús es Amor y solo Amor hacia todos.
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