En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa."
Él bajo en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador."
Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: "Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más."
Jesús le contestó: "Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."
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Comentarios: José Antonio Pagola.
Jesús
alerta con frecuencia sobre el riesgo de quedar atrapados por la atracción
irresistible del dinero. El deseo insaciable de bienestar material puede echar
a perder la vida de una persona. No hace falta ser muy rico. Quien vive esclavo
del dinero termina encerrado en sí mismo. Los demás no cuentan. Según Jesús,
“donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.
Esta visión del peligro deshumanizador
del dinero no es un recurso del Profeta indignado de Galilea. Diferentes
estudios analizan el poder del dinero como una fuerza ligada a pulsiones
profundas de autoprotección, búsqueda de seguridad y miedo a la caducidad de
nuestra existencia.
Sin embargo, para Jesús, la atracción
del dinero no es una especie de enfermedad incurable. Es posible liberarse de
su esclavitud y empezar una vida más sana. El rico no es “un caso perdido”. Es
muy esclarecedor el relato de Lucas sobre el encuentro de Jesús con un hombre
rico de Jericó.
Al atravesar la ciudad, Jesús se
encuentra con una escena curiosa. Un hombre de pequeña estatura ha subido a una
higuera para poder verlo de cerca. No es desconocido. Se trata de un rico,
poderoso “jefe de recaudadores”. Para la gente de Jericó, un ser
despreciable, un recaudador corrupto y sin escrúpulos como casi todos. Para los
sectores religiosos, “un pecador” sin conversión posible, excluido de
toda salvación.
Sin embargo, Jesús le hace una
propuesta sorprendente: “Zaqueo, baja en seguida porque tengo que alojarme
en tu casa”. Jesús quiere ser acogido en su casa de pecador, en el mundo de
dinero y de poder de este hombre despreciado por todos. Zaqueo bajó en seguida
y lo recibió con alegría. No tiene miedo de dejar entrar en su vida al Defensor
de los pobres.
Lucas no explica lo que sucedió en
aquella casa. Sólo dice que el contacto con Jesús transforma radicalmente al
rico Zaqueo. Su compromiso es firme. En adelante pensará en los pobres:
compartirá con ellos sus bienes. Recordará también a las víctimas de las que ha
abusado: les devolverá con creces lo robado. Jesús ha introducido en su vida
justicia y amor solidario.
El relato concluye con unas palabras
admirables de Jesús: “Hoy ha entrado la salvación en esta casa. También este
es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo
que estaba perdido”. También los ricos se pueden convertir. Con Jesús todo
es posible. No lo hemos de olvidar nadie. El ha venido para buscar y salvar lo
que nosotros podemos estar echando a perder. Para Jesús no hay casos perdidos.