Marcos 13,33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis
cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa,
y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al
atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que
venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo
digo a todos: ¡Velad!»
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José Antonio Pagola
Jesús está en Jerusalén, sentado en el monte de los Olivos,
mirando hacia el Templo y conversando confidencialmente con cuatro discípulos:
Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Los ve preocupados por saber cuándo llegará el
final de los tiempos. A él, por el contrario, le preocupa cómo vivirán sus
seguidores cuando ya no lo tengan entre ellos.
Por eso, una vez más, les descubre su inquietud: «Mirad,
vivid despiertos». Después, dejando de lado el lenguaje terrorífico de los
visionarios apocalípticos, les cuenta una pequeña parábola que ha pasado casi
inadvertida entre los cristianos.
«Un señor se fue de viaje y dejó su casa». Pero,
antes de ausentarse, «confió a cada uno de sus criados su tarea». Al
despedirse solo les insistió en una cosa: «Vigilad, pues no sabéis cuándo
vendrá el dueño de la casa». Que, cuando venga, no os encuentre dormidos.
El relato sugiere que los seguidores de Jesús formarán una
familia. La Iglesia será «la casa de Jesús» que sustituirá a «la casa de
Israel». En ella, todos son servidores. No hay señores. Todos vivirán esperando
al único Señor de la casa: Jesús, el Cristo. No lo han de olvidar jamás.
En la casa de Jesús nadie ha de permanecer pasivo. Nadie se
ha de sentir excluido, sin responsabilidad alguna. Todos somos necesarios.
Todos tenemos alguna misión confiada por él. Todos estamos llamados a
contribuir a la gran tarea de vivir como Jesús. Él vivió siempre dedicado a
servir al reino de Dios.
Los años irán pasando. ¿Se mantendrá vivo el espíritu de
Jesús entre los suyos? ¿Seguirán recordando su estilo servicial a los más
necesitados y desvalidos? ¿Le seguirán por el camino abierto por él? Su gran
preocupación es que su Iglesia se duerma. Por eso les insiste hasta tres veces:
«Vivid despiertos». No es una recomendación a los cuatro discípulos que
le están escuchando, sino un mandato a los creyentes de todos los tiempos: «Lo
que os digo a vosotros os lo digo a todos: velad».
El rasgo más generalizado de los cristianos que no han
abandonado la Iglesia es seguramente la pasividad. Durante siglos hemos educado
a los fieles para la sumisión y la obediencia. En la casa de Jesús, solo una
minoría se siente hoy con alguna responsabilidad eclesial.
Ha llegado el momento de reaccionar. No podemos seguir
aumentando aún más la distancia entre «los que mandan» y «los que obedecen». Es
pecado promover el desafecto, la mutua exclusión o la pasividad. Jesús nos
quería ver a todos despiertos, activos, colaborando con lucidez y
responsabilidad en su proyecto del reino de Dios.