Mateo 5,1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se
acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
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José Antonio Pagola
Al formular
las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los
rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús. De ahí la importancia
que tienen para nosotros en estos tiempos en que la Iglesia ha de ir
encontrando su estilo cristiano de estar en medio de una sociedad secularizada.
No es
posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. El Evangelio
sólo se difunde desde actitudes evangélicas. Las bienaventuranzas nos indican
el espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia mientras peregrina
hacia el Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y
comunitaria. Sólo así hemos de caminar hacia el futuro.
Dichosa la
Iglesia "pobre de espíritu" y de corazón sencillo, que actúa sin
prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la
autoridad humilde de Jesús. De ella es el reino de Dios.
Dichosa la
Iglesia que "llora" con los que lloran y sufre al ser despojada de
privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y
también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios.
Dichosa la
Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el sometimiento,
practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la
tierra prometida.
Dichosa la
Iglesia que tiene "hambre y sed de justicia" dentro de sí misma y en
el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más
justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será saciado por
Dios.
Dichosa la
Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la misericordia antes
que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena
Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.
Dichosa la
Iglesia de "corazón limpio" y conducta transparente, que no encubre
sus pecados ni promueve el secretismo o la ambigüedad, pues caminará en la
verdad de Jesús. Un día verá a Dios.
Dichosa la
Iglesia que "trabaja por la paz" y lucha contra las guerras, que aúna
los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el mundo
no puede dar. Ella será hija de Dios.
Dichosa la
Iglesia que sufre hostilidad y persecución a causa de la justicia, sin rehuir
el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá la cruz de Jesús. De
ella es el reino de Dios.
La sociedad
actual necesita conocer comunidades cristianas marcadas por este espíritu de
las bienaventuranzas. Sólo una Iglesia evangélica tiene autoridad y
credibilidad para mostrar el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.