Mateo 3,1-12 (2 Adviento – A)

Por aquellos días, Juan el Bautista se presenta en el desierto de Judea,
predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Voz del
que grita en el desierto: | “Preparad el camino del Señor, | allanad sus
senderos”». Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la
cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la
comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los
bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del
castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os
digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no
dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que
viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias.
Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el
granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».
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José Antonio Pagola
RECUPERAR CAMINOS
Es muy fácil quedarse en la vida «sin caminos» hacia Dios. No
hace falta ser ateo. No es necesario rechazar a Dios de manera consciente.
Basta seguir la tendencia general de nuestros días e instalarnos en la
indiferencia religiosa. Poco a poco, Dios desaparece del horizonte. Cada vez
interesa menos. ¿Es posible recuperar hoy caminos hacia Dios?
Tal vez, lo primero sea recuperar «la humanidad de la
religión». Abandonar caminos ambiguos que conducen hacia un Dios interesado y
dominador, celoso solo de su gloria y su poder, para abrirnos a un Dios que
busca y desea, desde ahora y para siempre, lo mejor para nosotros. Dios no es
el Ser Supremo que aplasta y humilla, sino el Amor Santo que atrae y da vida.
Las personas de hoy volverán a Dios no empujadas por el miedo, sino atraídas
por su amor.
Es necesario, al mismo tiempo, ensanchar el horizonte de
nuestra vida. Estamos llenando nuestra existencia de cosas, y nos estamos
quedando vacíos por dentro. Vivimos informados de todo, pero ya no sabemos
hacia dónde orientar nuestra vida. Nos creemos las generaciones más
inteligentes y progresistas de la historia, pero no sabemos entrar en nuestro
corazón para adorar o dar gracias. A Dios nos acercamos cuando nos ponemos a
buscar un espacio nuevo para existir.
Es importante, además, buscar un «fundamento sólido» a la
vida. ¿En qué nos podemos apoyar en medio de tanta incertidumbre y
desconcierto? La vida es como una casa: hay que cuidar la fachada y el tejado,
pero lo importante es construir sobre cimiento seguro. Al final, siempre
necesitamos poner nuestra confianza última en algo o en alguien. ¿No será que
necesitamos a Dios?
Para recuperar caminos hacia él necesitamos aprender a
callar. A lo más íntimo de la existencia se llega no cuando vivimos agitados y
llenos de miedo, sino cuando hacemos silencio. Si la persona se recoge y queda
callada ante Dios, tarde o temprano su corazón comienza a abrirse.
Se puede vivir encerrado en uno mismo, sin caminos hacia nada
nuevo y creador. Pero también se puede buscar nuevos caminos hacia Dios. A ello
nos invita el Bautista.