4/7/10

El "testamento" de José María Díez-Alegría


He visitado asiduamente a José María Diez Alegría en la residencia enfermería que tienen los jesuitas en Alcalá de Henares. Cuando cumplió los 97 años me comunicó algo que considero su testamento y he procurado recoger aquí respetando sus propias palabras, en cuanto lo permita mi memoria.

“He cumplido noventa y siete años y esto es una barbaridad. No me gustaría llegar a los cien años, porque al cumplir cien años entras en una categoría de monstruos de la naturaleza en la que no me gustaría entrar. De todas maneras, si llego a los cien años, lo llevaré con humor. No hay que perder nunca el sentido del humor, el reírse de sí mismo. Siempre he tenido este sentido del humor, que es muy saludable: no tomarse muy en serio a sí mismo.

Yo no me quiero morir, ni tampoco quiero seguir viviendo. Lo que Dios quiera. Estoy en las manos de Dios. Como le digo yo: "cuando tú quieras, como tú quieras". Yo preferiría morirme rápido, No quiero una agonía lenta y dolorosa, que hace sufrir a todos. Me han dicho que lo más rápido es un edema pulmonar.

Yo tengo hecho un testamento vital en el que digo que no me prolonguen la vida artificialmente, que me dejen morir tranquilo y me pongan todos los tranquilizantes necesarios para morir tranquilo, aunque acorten la vida. Esto es moralmente bueno según la doctrina católica y te lo digo yo que he sido profesor de moral en la Universidad Gregoriana. Estos del Opus y de los Legionarios de Cristo, que obligan a la gente a morir con dolor como Cristo, no sé cómo han leído el evangelio ni donde han estudiado moral. Cristo murió sufriendo porque unos malvados le torturaron y le crucificaron, pero él no quería que sus amigos murieran torturados.

Todo es un misterio. La vida es un misterio, la muerte es un misterio, Dios es un misterio. Nosotros no conocemos las cosas en sí mismas, sino que las interpretamos según nuestras categorías mentales. Nuestras ideas son "predicamentales", como dicen los filósofos. Vivimos en un mundo "predicamental", hoy diríamos un mundo virtual y en ese mundo nos movemos con toda soltura, pero no sabemos qué es el mundo en sí. Intuimos que hay una realidad "transcendente", no predicamental. A esta realidad transcendente, que llamamos Dios, no podemos llegar por razón razonante, que es predicamental.

Yo creo que a Dios llegamos por lo que Kant llamaba la razón práctica, la razón moral, la razón emocional, en un "golpe de vista tembloroso", que decía San Agustín. Así podemos llegar a Dios. Pero tenemos que saber que este conocimiento es un conocimiento "analógico". Como decía Santo Tomás todo lo que afirmemos de Dios, lo tenemos que negar al mismo tiempo. Puedo decir que Dios es bueno, pero al mismo tiempo tengo que decir que la palabra bueno, que es predicamental, no se puede aplicar a Dios; es otra cosa en la que entra algo de lo que yo entiendo por bueno.

Todo es un misterio. Vivimos rodeados de misterio. Sin embargo yo tengo esperanza porque sé que estoy en los brazos de Dios, aunque Dios no tenga brazos. Como decía San Bernardo: "Dios tiene pies para que tú se los beses." Todo es un misterio y tenemos que tratarlo como misterio.

Yo creo que Jesús de Nazaret no habría entendido las disquisiciones de los concilios sobre si tenía dos naturalezas (divina y humana) y una sola persona divina. Es un misterio, en el que yo creo, incluso en la resurrección. Jesús, el hijo de Dios, pasó haciendo el bien y nos enseño el camino. Lo principal de su mensaje es la opción por los pobres. No nos juzgará por nuestra fe o nuestros ritos sino por si dimos de comer al hambriento o no le dimos de comer. Estoy totalmente de acuerdo con la teología de la liberación.

Finalmente pienso que la Iglesia católica en su conjunto ha traicionado a Jesús. Esta Iglesia no es lo que Jesús quiso sino lo que han querido a lo largo de la historia los poderosos del mundo.

Estas son las ideas que ahora tengo, sordo y medio ciego, esperando la muerte con mucha esperanza y con mucho humor.



Javier Domínguez

28 de junio de 2010

1/7/10

Portadores del Evangelio


Lucas recoge en su evangelio un importante discurso de Jesús, dirigido no a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios. Las palabras de Jesús constituyen una especie de carta fundacional donde sus seguidores han de alimentar su tarea evangelizadora. Subrayo algunas líneas maestras.


         «Poneos en camino». Aunque lo olvidamos una y otra vez, la Iglesia está marcada por el envío de Jesús. Por eso es peligroso concebirla como una institución fundada para cuidar y desarrollar su propia religión. Responde mejor al deseo original de Jesús la imagen de un movimiento profético que camina por la historia según la lógica del envío: saliendo de sí misma, pensando en los demás, sirviendo al mundo la Buena Noticia de Dios. "La Iglesia no está ahí para ella misma, sino para la humanidad" (Benedicto XVI).


         Por eso es hoy tan peligrosa la tentación de replegarnos sobre nuestros propios intereses, nuestro pasado, nuestras adquisiciones doctrinales, nuestras prácticas y costumbres. Más todavía, si lo hacemos endureciendo nuestra relación con el mundo. ¿Qué es una Iglesia rígida, anquilosada, encerrada en sí misma, sin profetas de Jesús ni portadores del Evangelio.


         «Cuando entréis en un pueblo... curad a los enfermos y decid: está cerca de vosotros el reino de Dios». Ésta es la gran noticia: Dios está cerca de nosotros animándonos a hacer más humana la vida. Pero no basta afirmar una verdad para que sea atractiva y deseable. Es necesario    revisar nuestra actuación: ¿qué es lo que puede


llevar hoy a las personas hacia el Evangelio? ¿cómo pueden captar a Dios como algo nuevo y bueno?


         Seguramente, nos falta amor al mundo actual y no sabemos llegar al corazón del hombre y la mujer de hoy. No basta predicar sermones desde el altar. Hemos de aprender a escuchar más, acoger, curar la vida de los que sufren... Sólo así encontraremos palabras humildes y buenas que acerquen a ese Jesús cuya ternura insondable nos pone en contacto con Dios, el Padre Bueno de todos,


         «Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa». La Buena Noticia de Jesús se comunica con respeto total, desde una actitud amistosa y fraterna, contagiando paz. Es un error pretender imponerla desde la superioridad, la amenaza o el resentimiento. Es antievangélico tratar sin amor a las personas sólo porque no aceptan nuestro mensaje. Pero, ¿cómo lo aceptarán si no se sienten comprendidos por quienes nos presentamos en nombre de Jesús?





José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
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4 de julio de 2010
14 Tiempo ordinario (C)
Lucas 10, 1-12.17-20