18/1/15
13/1/15
APRENDER A VIVIR
Juan 1, 35-42

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José Antonio Pagola
El evangelista Juan ha puesto un interés especial en indicar
a sus lectores cómo se inició el pequeño grupo de seguidores de Jesús. Todo
parece casual. El Bautista se fija en Jesús que pasaba por allí y les dice a
los discípulos que lo acompañan: «Este es el Cordero de Dios».
Probablemente, los discípulos no le han entendido gran cosa,
pero comienzan a «seguir a Jesús». Durante un tiempo, caminan en silencio. No
ha habido todavía un verdadero contacto con él. Están siguiendo a un
desconocido y no saben exactamente por qué ni para qué.
Jesús rompe el silencio con una pregunta: «¿Qué buscáis?»
¿Qué esperáis de mí? ¿Queréis orientar vuestra vida en la dirección que llevo
yo? Son cosas que es necesario aclarar bien. Los discípulos le dicen: «Maestro,
¿dónde vives?» ¿Cuál es el secreto de tu vida? ¿Qué es vivir para ti? Al
parecer, no buscan conocer nuevas doctrinas. Quieren aprender de Jesús un modo
diferente de vivir. Quieren vivir como él.
Jesús les responde directamente: «Venid y lo veréis».
Haced vosotros mismos la experiencia. No busquéis información de fuera. Venid a
vivir conmigo y descubriréis cómo vivo yo, desde dónde oriento mi vida, a
quiénes me dedico, por qué vivo así.
Este es el paso decisivo que necesitamos dar hoy para
inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Millones de personas
se dicen cristianas, pero no han experimentado un verdadero contacto con Jesús.
No saben cómo vivió, ignoran su proyecto. No aprenden nada especial de él.
Mientras tanto, en nuestras iglesias no tenemos capacidad
para engendrar nuevos creyentes. Nuestra palabra ya no resulta atractiva ni
creíble. Al parecer, el cristianismo, tal como nosotros lo entendemos y
vivimos, interesa cada vez menos. Si alguien se nos acercara a preguntarnos:
«dónde vivís», «qué hay de interesante en vuestras vidas», ¿cómo
responderíamos?
Es urgente que los cristianos se reúnan en pequeños grupos
para aprender a vivir al estilo de Jesús escuchando juntos el evangelio. Él es
más atractivo y creíble que todos nosotros. Puede engendrar nuevos seguidores,
pues enseña a vivir de manera diferente e interesante.
8/1/15
ESCUCHAR LO QUE DICE EL ESPÍRITU
Marcos 1,7-11

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José Antonio Pagola.
Los primeros cristianos vivían convencidos de que para
seguir a Jesús es insuficiente un bautismo de agua o un rito parecido. Es
necesario vivir empapados de su Espíritu Santo. Por eso en los evangelios se
recogen de diversas maneras estas palabras del Bautista: «Yo os he bautizado
con agua, pero él (Jesús) os bautizará con Espíritu Santo».
No es extraño que en los momentos de crisis recordaran de
manera especial la necesidad de vivir guiados, sostenidos y fortalecidos por su
Espíritu. El Apocalipsis, escrito en los momentos críticos que vive la Iglesia
bajo el emperador Domiciano, repite una y otra vez a los cristianos: «El
que tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias».
La mutación cultural sin precedentes que estamos viviendo,
nos está pidiendo hoy a los cristianos una fidelidad sin precedentes al
Espíritu de Jesús. Antes de pensar en estrategias y recetas pastorales ante la
crisis, hemos de preguntarnos cómo estamos acogiendo nosotros el Espíritu de
Jesús.
En vez de lamentarnos una y otra vez de la secularización
creciente, hemos de preguntarnos qué caminos nuevos anda buscando hoy Dios para
encontrarse con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; cómo hemos de renovar
nuestra manera de pensar, de decir y de vivir la fe para que su Palabra pueda
llegar hasta los interrogantes, las dudas y los miedos que brotan en su
corazón.
Antes de elaborar proyectos pensados hasta sus últimos
detalles, necesitamos transformar nuestra mirada, nuestra actitud y nuestra
relación con el mundo de hoy. Necesitamos parecernos más a Jesús. Dejarnos
trabajar por su Espíritu. Solo Jesús puede darle a la Iglesia un rostro nuevo.
El Espíritu de Jesús sigue vivo y operante también hoy en el
corazón de las personas, aunque nosotros ni nos preguntemos cómo se relaciona
con quienes se han alejado definitivamente de la Iglesia. Ha llegado el momento
de aprender a ser la «Iglesia de Jesús» para todos, y esto solo él nos lo puede
enseñar.
No hemos de hablar solo en términos de crisis. Se están
creando unas condiciones en las que lo esencial del evangelio puede resonar de
manera nueva. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede hacer que el
Espíritu de Jesús sea entendido y acogido con más verdad.
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