13/10/10

12 de Octubre Día de la Hispanidad

La parroquia de Guadalupe celebró el Día de la Hispanidad con talleres, danzas y comidas típicas hispanas Se recogieron fondos para realizar un proyecto humanitario en El Salvador.

13/10/2010 SIRA RUMBO

Música, color y mezcla entre culturas. La parroquia de Guadalupe (en Moctezuma) se convirtió ayer en un punto de referencia para la integración de los pueblos hispanos, cada vez más presentes en la ciudad. 
La iglesia, con el párroco Tino Escribano a la cabeza, celebró el Día de la Hispanidad lejos de desfiles militares y fuerzas armadas, ya que se centró en demostrar a los cacereños que la convivencia entre culturas es posible "si usamos el respeto como arma infalible. Este día nos permite darnos cuenta de que tenemos culturas e identidades diferentes pero que pueden juntarse sin problemas", decía el párroco en un momento de la eucaristía, que tuvo lugar a las 12.30 horas y que estuvo basada en el lema: "No basta con vivir, hay que convivir".
Pero fue una misa diferente. El templo estaba hasta la bandera, el altar decorado con objetos y trajes típicos de Hispanoamérica y hubo hasta una actuación de danza, realizada por una asociación colombiana afincada en Cáceres, que quiso mostrar una parte de la cultura de este país.
Y es que el Día de la Hispanidad conmemora la efeméride histórica del descubrimiento de América por parte de la Corona de Castilla en 1492. El 12 de octubre se ha considerado como un día memorable porque a partir de entonces se inició el contacto entre Europa y América, que culminó con el llamado encuentro de dos mundos. 
Por eso, tras la eucaristía los asistentes celebraron una comida solidaria con el plato típico, y muchas veces único en el día, de los hispanos: arroz, fréjoles y un huevo frito. También se recogieron fondos para un proyecto humanitario para lograr la educación de los niños de El Salvador. 


Para ver la noticia:   elperiodicoextremadura

10/10/10

¿Porque perdura la Iglesia-poder?

Leonardo Boff

 Voy a abordar un tema incómodo, pero ineludible: ¿cómo puede la institución-Iglesia, tal como la he descrito en un artículo previo, con características autoritarias, absolutistas y excluyentes perpetuarse en la historia? La ideología dominante responde: «sólo porque es divina». En realidad, este ejercicio de poder no tiene nada de divino. Era exactamente lo que Jesús no quería. Él quería la hierodulia (servicio sagrado) y no la hierarquia (poder sagrado). Pero ésta última se impuso a través de los tiempos.  Las instituciones autoritarias suelen tener una misma lógica de autorreproducción. Con la Iglesia-institución no es diferente.

 En primer lugar, ella se considera la única verdadera y quita el título de «iglesia» a todas las demás. Luego establece unos criterios rigurosos de pertenencia: un pensamiento único, una única dogmática, un único catecismo, un único derecho canónico, una única forma de liturgia. No se tolera la crítica ni la creatividad, consideradas negativas o denunciadas como creadoras de una Iglesia paralela o de otro magisterio.

      En segundo lugar, se usa la violencia simbólica del control, de la represión y del castigo, frecuentemente a costa de los derechos humanos. Fácilmente el cuestionado es marginado, se le niega el derecho a predicar, a escribir y a actuar en la comunidad. Durante su mandato como presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el entonces cardenal Joseph Ratzinger castigó a más de cien teólogos. Con esta misma lógica de no perjudicar el buen nombre de la Iglesia, los pecados y crímenes de los sacerdotes pedófilos u otros delitos, como los financieros, se mantienen ocultos, sin el menor sentido de justicia hacia las víctimas inocentes.

       En tercer lugar, se practica el culto a la personalidad y casi se idolatran las autoridades eclesiásticas, principalmente el Papa a quien se considera «dulce Cristo en la Tierra». Pienso para mi interior: ¿qué dulce Cristo sería el Papa Sergio (904), asesino de sus dos predecesores, o el Papa Juan XII (955), elegido a la edad de 20 años, adúltero y muerto por el marido traicionado, o peor, el Papa Benedicto IX (1033), elegido con 15 años de edad, uno de los más criminales e indignos de la historia del papado, llegando a vender la dignidad papal por 1000 liras de plata?

       En cuarto lugar, se canonizan figuras cuyas virtudes se encuadran en el sistema, como la obediencia ciega, la continua exaltación de las autoridades y el «sentir con la Iglesia (jerarquía)», muy al estilo fascista según el cual «el jefe (Duce, o Führer) siempre tiene razón».

       En quinto lugar, hay personas y cristianos de naturaleza autoritaria que aprecian por encima de todo el orden, la ley y el principio de autoridad en detrimento de la lógica compleja de la vida que tiene sorpresas y exige tolerancia y adaptaciones. Ellos secundan este tipo de Iglesia así como los regímenes políticos autoritarios y dictatoriales. Es más, hay una estrecha afinidad entre los regímenes dictatoriales y la Iglesia-poder, tal como se ha podido ver con los dictadores Franco, Salazar, Mussolini, Pinochet y otros. Los sacerdotes conservadores fácilmente son nombrados obispos y los obispos fidelísimos a Roma son promovidos, fomentando el servilismo. Este bloque histórico-social-religioso ha cristalizado, garantizando la continuidad de este tipo de Iglesia.

       En sexto lugar, la Iglesia-poder conoce el valor de los ritos y símbolos, pues refuerzan la identidad conservadora, pero cuida menos sus contenidos, con tal que se mantengan inalterables y sean estrictamente observados.

       En razón de esta rigidez dogmática y canónica, la Iglesia-institución no es vivida como hogar espiritual. Muchos emigran. Dicen sí al cristianismo y no a la Iglesia-poder con la cual no se identifican. Se dan cuenta de las distorsiones hechas a la herencia de Jesús que predicó la libertad y exaltó el amor incondicional.

       No obstante estas patologías, tenemos figuras como el Papa Juan XXIII, dom Helder Câmara, don Pedro Casaldáliga, don Luiz Flávio Cappio y otros, que no reproducen el estilo autoritario, ni se presentan como autoridades eclesiásticas sino como pastores en medio del Pueblo de Dios. Pero, a pesar de estas contradicciones, hay un mérito que es importante reconocer: este tipo autoritario de Iglesia nunca ha dejado de trasmitir los evangelios, aunque sea negándolos en la práctica, permitiéndonos así el acceso al mensaje revolucionario del Nazareno. Ella predica la liberación, pero generalmente son otros los que liberan.