27/11/23

CUANDO EL HORIZONTE SE VUELVE SOMBRÍO

 Marcos 13,33-37            (1 Adviento – B)


Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».

 

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 José Antonio Pagola


La falta de esperanza está generando entre nosotros cambios profundos que no siempre sabemos captar. Casi sin darnos cuenta van desapareciendo del horizonte políticas orientadas hacia una vida más humana. Cada vez se habla menos de programas de liberación o de proyectos que busquen mayor justicia y solidaridad entre los pueblos.

Cuando el futuro se vuelve sombrío, todos buscamos seguridad. Que nada cambie, a nosotros nos va bien. Que nadie ponga en peligro nuestro bienestar. No es el momento de pensar en grandes ideales de justicia para todos, sino de defender el orden y la tranquilidad.

Al parecer no sabemos ir más allá de esta reacción casi instintiva. Los expertos nos dicen que los graves problemas medioambientales, el fenómeno del terrorismo desesperado o el acoso creciente de los hambrientos penetrando en las sociedades del bienestar no están provocando, al parecer, ningún cambio profundo en la vida personal de los individuos. Solo miedo y búsqueda de seguridad. Cada uno trata de disfrutar al máximo de su pequeño bienestar.

Sin duda, muchos sentimos una extraña sensación de culpa, vergüenza y tristeza. Sentimos, además, una especie de complicidad por nuestra indiferencia y nuestra incapacidad de reacción. En el fondo no queremos saber nada de un mundo nuevo, solo pensamos en nuestra seguridad.

Las fuentes cristianas han conservado una llamada de Jesús para momentos catastróficos: «Despertad, vivid vigilantes». ¿Qué significan hoy estas palabras? ¿Despertar de una vida que discurre suavemente en el egoísmo? ¿Despertar de la frivolidad que nos rodea en todo instante impidiéndonos escuchar la voz de la conciencia? ¿Liberarnos de la indiferencia y la resignación?

¿No deberían ser las comunidades cristianas un lugar privilegiado para aprender a vivir despiertos, sin cerrar los ojos, sin escapar del mundo, sin pretender amar a Dios de espaldas a los que sufren?.



25/11/23

UN JUICIO EXTRAÑO

 Mateo 25,31-46           (Jesucristo, Rey del universo – A)


«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

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José Antonio Pagola

Las fuentes no admiten dudas. Jesús vive volcado hacia aquellos que ve necesitados de ayuda. Es incapaz de pasar de largo. Ningún sufrimiento le es ajeno. Se identifica con los más pequeños y desvalidos y hace por ellos todo lo que puede. Para él, la compasión es lo primero. El único modo de parecernos a Dios: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

No nos debería extrañar que, al hablar del Juicio final, Jesús presente la compasión como el criterio último y decisivo que juzgará nuestras vidas y nuestra identificación con él. ¿Cómo nos va a sorprender que se presente identificado con todos los pobres y desgraciados de la historia?

Según el relato de Mateo, «todas las naciones» comparecen ante el Hijo del hombre, es decir, ante Jesús el compasivo. No se hace diferencia alguna entre «pueblo elegido» y «pueblos paganos». Nada se dice de las diferentes religiones y cultos. Se habla de algo muy humano y que todos entienden: ¿qué hemos hecho con los que han vivido sufriendo junto a nosotros?

El evangelista no se detiene propiamente a describir los detalles de un juicio. Lo que destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos o nos desentendemos y los abandonamos.

El que habla es un juez que está identificado con todos los pobres y necesitados: «Cada vez que ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado se han acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de mi Padre».

Luego se dirige a quienes han vivido sin compasión: «Cada vez que no ayudasteis a uno de estos pequeños, lo dejasteis de hacer conmigo». Quienes se han apartado de los que sufren se han apartado de Jesús. Es lógico que ahora les diga: «Apartaos de mí». Seguid vuestro camino.

Nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida.



20/11/23

UN JUICIO EXTRAÑO

 Mateo 25,31-46           (Jesucristo, Rey del universo – A)


«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

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José Antonio Pagola


Las fuentes no admiten dudas. Jesús vive volcado hacia aquellos que ve necesitados de ayuda. Es incapaz de pasar de largo. Ningún sufrimiento le es ajeno. Se identifica con los más pequeños y desvalidos y hace por ellos todo lo que puede. Para él, la compasión es lo primero. El único modo de parecernos a Dios: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

No nos debería extrañar que, al hablar del Juicio final, Jesús presente la compasión como el criterio último y decisivo que juzgará nuestras vidas y nuestra identificación con él. ¿Cómo nos va a sorprender que se presente identificado con todos los pobres y desgraciados de la historia?

Según el relato de Mateo, «todas las naciones» comparecen ante el Hijo del hombre, es decir, ante Jesús el compasivo. No se hace diferencia alguna entre «pueblo elegido» y «pueblos paganos». Nada se dice de las diferentes religiones y cultos. Se habla de algo muy humano y que todos entienden: ¿qué hemos hecho con los que han vivido sufriendo junto a nosotros?

El evangelista no se detiene propiamente a describir los detalles de un juicio. Lo que destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos o nos desentendemos y los abandonamos.

El que habla es un juez que está identificado con todos los pobres y necesitados: «Cada vez que ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado se han acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de mi Padre».

Luego se dirige a quienes han vivido sin compasión: «Cada vez que no ayudasteis a uno de estos pequeños, lo dejasteis de hacer conmigo». Quienes se han apartado de los que sufren se han apartado de Jesús. Es lógico que ahora les diga: «Apartaos de mí». Seguid vuestro camino.

Nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida.