Queridos Reyes Magos:
Soy Jorge, desde hace tiempo soy un niño diferente. Una noche de verano en que el calor era sofocante, la inquietud se apoderó de mi madre. Mi padre, que debía haber llegado a casa, no regresaba.
Los minutos se hacían horas interminables en aquella espera. Estaba tensa la atmósfera familiar y sentí una terrible soledad.
Empezaron las llamadas telefónicas al trabajo, a parientes y amigos.
Del trabajo había salido a la hora normal. Los demás, nada pudieron decirnos de él.
Pasamos la noche en vela y mi padre no regresó jamás, ni hemos vuelto a saber de él. Ni el cartero trae cartas, ni el teléfono nos habla, ni mis tíos, aquellos que viven lejos de aquí, le han visto.
La ausencia de mi padre me ha convertido en un ser diferente.
Un día, después de varios días de no acudir al Colegio por la incertidumbre y desorden que habido en mi hogar, en la clase se preparaba la felicitación del Día del Padre.
El señor Maestro explicó el significado de tal festividad y nos alentó a que nuestra felicitación fuese hecha con cariño y esmero. Nos pidió, además, una redacción de los sentimientos que nos inspiraba tal día.
De todos mis compañeros, yo fui el único castigado por no presentar mi redacción, aunque otro tampoco la hizo por estar enfermo.
Mi mente era una página en blanco, sólo hubiera escrito con claras y rojas palabras éstas: «Papá vuelve».
El dibujo que hice para no ser castigado, como lo fui por no presentar la redacción, quedó muerto entre las páginas del libro de Lenguaje.
Queriendo ver, un día, mi madre los adelantos que hacía en clase, saltó del libro la felicitación, y, en un mudo silencio, la expresión de su rostro envejeció tanto, que sentí miedo.
En casa, todo es diferente. Desde el despertar, empieza a reinar el mismo silencio. Mi madre me prepara un bocadillo y salimos juntos: ella, para el trabajo, yo para el Colegio.
Todo es diferente como diferentes son los días, a la llegada de Vuestras Majestades. Cuando en el periódico leíamos que ya habíais salido de Oriente, mi padre me llevaba a ver los escaparates y las tiendas repletas de juguetes.
He ido en coche una sola vez desde que se fue mi padre, pero no era el mío. A la salida del Colegio mi padre me esperaba, dábamos unas vueltas por la ciudad para llegar, justo, a la hora de cenar en casa.
Mi madre, nos esperaba y la mesa estaba dispuesta. Ahora ni eso.
Oh, Reyes, dijo un niño, como secreto, que había oído decir que mi padre vivía en un lugar lejano... Me hizo jurar no decirlo a nadie ni tampoco a mi madre.
Seguramente que de peticiones como la mía tendréis pocas, o, quizás la mía únicamente, porque en el Colegio todos los niños viven con su madre y también con su padre.
Yo quiero que en la noche en que llegáis no perciba ya más ruidos extraños en mi habitación como los que oigo desde aquel día en que mi padre no durmió con nosotros, pues me despiertan con sobresalto. Que los ojos enrojecidos de mi madre vuelvan a ser brillantes y que sus labios sonrían. Que me espere mi padre a la salida del Colegio para llevarme en coche. Que no haya tanto silencio en mi hogar. Que suene el tocadiscos. Que la televisión emita sus programas. Que al llegar el domingo pueda dar un paseo y comer un helado, y... jugar con el tren eléctrico y al fútbol con mi padre.
Pero toda esta mi súplica no es posible si mi padre no regresa.
Decidle, ¡Oh, Magos!, en esa noche en que recorréis senderos y caminos, aldeas y ciudades, pueblos y villas, desiertos. y mares, que en algún rincón de la Tierra veréis a mi padre (pues me ha dicho un niño que está en alguna parte), que vuelva y decidle, que en la Fiesta de Fin de Curso hago teatro y me dan un Diploma.
Decidle, que en ese día, cuando me llame el Director, mi madre estará demasiado sola entre los padres y alumnos del Colegio, que yo, entre las páginas de un libro tengo una felicitación por enviarle y que espero su abrazo de siempre cuando haya recogido el Diploma.
Decidle, en esa noche en que le veréis, que si él no vuelve no acudiré a recoger mi premio, que ese premio sólo es de notable, pues a sobresaliente no he podido llegar porque en matemáticas me han faltado sus enseñanzas.
Decidle, que desde que marchó, mi madre llora a menudo, que no me lleva de paseo, ni me compra helados, ni tampoco vamos al cine.
Decidle... Decidle... nada más que, sin él soy un niño diferente, porque hay tantas cosas por decir desde que marchó, que si las escribiera todas, no podríais leer las cartas de los demás.
Decidle, pues, que regrese, para que Jorge no sea un niño diferente.
Con esto creo habrá suficiente.
Jorge. («Lluvia de Rosas») Carmen Ramis Peiró
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