5/10/12

IMPLICACIONES DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

A bombo y platillo se está usando el término de nueva evangelización como si ésta tarea comenzara de nuevo y como si esta fórmula fuera la solución para descristianización galopante que padece el viejo mundo. 
Es verdad que el cristianismo en Europa padece una esclerosis aguda, y como si la esencia del evangelio hubiera dejado de ser significativa para la inmensa mayoría de la gente. Ante esta realidad desde Roma se ha propuesto como una nueva medicina que ataje esta enfermedad, que resulta ya crónica. Pero existe el peligro de que esta fórmula se quede en más de lo mismo, sin que implique una verdadera reforma en el planteamiento pastoral de la evangelización. Para que esto no se dé habría que tener en cuenta unos cuantos aspectos. Señalo simplemente algunos: 

1) Ante todo hay que comprender que la sociedad española (por ceñirnos a lo más cercano) no es la misma que la que existía al terminar el Concilio Vaticano II. Cualquier estudio, por somero que sea, lo demuestra. Nos referimos a la totalidad de la sociedad en sus aspectos económicos sociales, políticos y religiosos. 
Hablar de evangelización sin hablar de la crisis económica y financiera que está produciendo más millones de pobres, me parece una bofetada a lo esencial del evangelio, que es, debe ser, una buena noticia para los pobres. 
Si no se asumen las distintas crisis que existen en el mundo, y que están condicionando fuertemente la vida de miles de millones de personas, el Evangelio no podrá ser luz y sal como nos anunciaba Jesús, y que el mismo Concilio lo asumió con estas palabras: Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. 
Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. (GS 1) 

2) Igualmente, la teología desde el Concilio Vaticano II ha avanzado en cantidad de aspectos. Lo fundamental siempre es lo mismo, (Dios nos ha salvado en Jesucristo, iniciador del Reino, que potencia con su Espíritu a través de la Iglesia hasta la consumación de los tiempos) pero la forma de transmitir ese mensaje y el ropaje con el que se le vista ha cambiado y debe cambiar para poderse incrustar en los diversos pueblos, culturas y lenguajes existentes. 
Solo así podrá ser significativo el evangelio. El conocimiento de la Biblia y de los evangelios es ahora mucho más profundo que hace cincuenta años; y todo eso hay que tenerlo en cuenta para hacerlo más asequible al hombre de hoy. 

3) Hay que añadir igualmente la promoción del laicado. La nueva evangelización se hará por los laicos, o no se hará. 
Lo cual supone que el laicado, por el hecho de estar bautizado, tiene el derecho y el deber de evangelizar. Partimos de la afirmación, que es central en el concilio Vaticano II, de que los que formamos la Iglesia de Cristo, somos el pueblo de Dios, y por tanto, somos corresponsables de todas las tareas que la Iglesia tiene encomendadas en el mundo, incluida la evangelización. Es verdad que este gigante, que es el laicado, está dormido, pero hay que despertarlo, no solo con palabras, sino con hechos, dándole responsabilidades en todos los niveles dentro de la Iglesia. Por desgracia, gran parte de los fieles son indiferentes a la marcha de la misma Iglesia; por eso la tarea se vuelve mucho más difícil, ya que no es que falten vocaciones al sacerdocio ministerial, sino que, y es lo que es más sangrante, faltan vocaciones a la vida cristiana con todas sus consecuencias. Solo desde ahí podrán suscitarse otras vocaciones. 

4) Por último, creo que la Iglesia entera, incluida la Jerarquía, tendría que tener una palabra más profética ante todas las situaciones de injusticia fragantes que existen en el mundo, denunciando con pelos y señales las causas de las mismas. Es verdad que esto le acarrearía disgustos y quizás persecuciones a la misma Iglesia, pero así daría fehacientemente testimonio de la verdad evangélica. El no denunciar las injusticias es hacerse cómplice de las mismas. Varios teólogos han criticado la pasividad de las iglesias cristianas alemanas ante el avance del nazismo, admitiendo que quizás eso hubiera originado una persecución con veinte o treinta mil víctimas, pero se hubieran ahorrado más de sesenta millones de muertos que costó la segunda guerra mundial. 
Es verdad que hay muchos colectivos de cristianos que denuncian las situaciones injustas y trabajan con tesón por el bien de los más desfavorecidos, pero haría falta que el conjunto de los cristianos, incluida la jerarquía, dijera más palabras de denuncia y esperanza para que el evangelio de los pobres se hiciera más significativo. 

5) Termino con la definición que dio Fernando Urbina, gran teólogo educador de sacerdotes y laicos, de la evangelización: Evangelizar es anunciar y realizar la salvación de Jesucristo, que proclama y realiza el Reino de Dios. Reino de justicia, amor, libertad, paz y santidad. Reino de la comunión y reconciliación total del hombre con el hombre y del hombre con Dios.

Fernando Urbina: Pastoral y espiritualidad para el mundo moderno, Tomo II pág 31) 

Julián Díaz Lucio Agosto 2012 


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