Lucas 17, 5-10
(27 Tiempo ordinario – C)
En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor:
"Auméntanos la fe." El Señor contestó: "Si tuvierais fe como un
granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en
el mar." Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como
labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice:
"En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis: 'Prepárame de
cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás
tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?
Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos
pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.""
******//******
ORAR DESDE LA DUDA
En el creyente pueden surgir dudas sobre un punto u otro del
mensaje cristiano. La persona se pregunta cómo ha de entender una determinada
afirmación bíblica o un aspecto concreto del dogma cristiano. Son cuestiones
que están pidiendo una mayor clarificación.
Pero hay personas que experimentan una duda más radical, que
afecta a la totalidad. Por una parte sienten que no pueden o no deben abandonar
su religión, pero por otra no son capaces de pronunciar con sinceridad ese «sí»
total que implica la fe.
El que se encuentra así suele experimentar, por lo general,
un malestar interior que le impide abordar con paz y serenidad su situación.
Puede sentirse también culpable. ¿Qué me ha podido pasar para llegar a esto?
¿Qué puedo hacer en estos momentos? Tal vez lo primero es abordar positivamente
esta situación ante Dios.
La duda nos hace experimentar que no somos capaces de
«poseer» la verdad. Ningún ser humano «posee» la verdad última de Dios. Aquí no
sirven las certezas que manejamos en otros órdenes de la vida. Ante el misterio
último de la existencia hemos de caminar con humildad y sinceridad.
La duda, por otra parte, pone a prueba mi libertad. Nadie
puede responder en mi lugar. Soy yo el que me encuentro enfrentado a mi propia
libertad y el que tengo que pronunciar un «sí» o un «no».
Por eso, la duda puede ser el mejor revulsivo para despertar
de una fe infantil y superar un cristianismo convencional. Lo primero no es
encontrar respuestas a mis interrogantes concretos, sino preguntarme qué
orientación quiero dar a mi vida. ¿Deseo realmente encontrar la verdad? ¿Estoy
dispuesto a dejarme interpelar por la verdad del Evangelio? ¿Prefiero vivir sin
buscar verdad alguna?
La fe brota del corazón sincero que se detiene a escuchar a
Dios. Como dice el teólogo catalán E. Vilanova, «la fe no está en nuestras
afirmaciones o en nuestras dudas. Está más allá: en el corazón… que nadie,
excepto Dios, conoce».
Lo importante es ver si nuestro corazón busca a Dios o más
bien lo rehúye. A pesar de toda clase de interrogantes e incertidumbres, si de
verdad buscamos a Dios, siempre podemos decir desde el fondo de nuestro corazón
esa oración de los discípulos: «Señor, auméntanos la fe». El que ora así es ya
creyente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario