- ¡Atención!. Estad despiertos, pues no sabéis cuándo es el momento.
Pasa
como con un hombre que marchó de su tierra, dejó su casa y dio
atribuciones a sus esclavos, a cada uno su tarea, y al portero le
encargó que velase.
Por
tanto, velad, pues no sabéis cuándo va a llegar el dueño de la casa, si
al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada;
para que, cuando llegue de repente, no os encuentre durmiendo.
Y lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!
LA CASA DE JESÚS
Jesús está en Jerusalén, sentado en el monte de Los Olivos, mirando
hacia el Templo y conversando confidencialmente con cuatro discípulos:
Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Los ve preocupados por saber cuándo
llegará el final de los tiempos. A él, por el contrario, le preocupa
cómo vivirán sus seguidores cuando ya no le tengan entre ellos.
Por eso, una vez más les descubre su inquietud: «Mirad, vivid despiertos».
Después, dejando de lado el lenguaje terrorífico de los visionarios
apocalípticos, les cuenta una pequeña parábola que ha pasado casi
desapercibida entre los cristianos.
«Un señor se fue de viaje y dejó su casa». Pero, antes de ausentarse, «confió a cada uno de sus criados su tarea». Al despedirse, sólo les insistió en una cosa: «Vigilad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa». Que cuando venga, no os encuentre dormidos.
El relato sugiere que los seguidores de Jesús formarán una familia. La Iglesia será "la casa de Jesús" que sustituirá a "la casa de Israel". En ella todos son servidores. No hay señores. Todos vivirán esperando al único Señor de la casa: Jesús el Cristo. No lo olvidarán jamás.
En la casa de Jesús nadie ha de permanecer pasivo. Nadie se ha de sentir excluido, sin responsabilidad alguna. Todos son necesarios. Todos tienen alguna misión confiada por él. Todos
están llamados a contribuir a la gran tarea de vivir como Jesús al que
han conocido siempre dedicado a servir al reino de Dios.
Los años irán pasando. ¿Se mantendrá vivo el espíritu de Jesús entre
los suyos? ¿Seguirán recordando su estilo servicial a los más
necesitados y desvalidos? ¿Lo seguirán por el camino abierto por él? Su
gran preocupación es que su Iglesia se duerma. Por eso, les insiste
hasta tres veces: "vivid despiertos". No es una recomendación a
los cuatro discípulos que lo están escuchando, sino un mandato a los
creyentes de todos los tiempos: «Lo que os digo a vosotros, os lo digo a todos: velad».
El rasgo más generalizado de los cristianos que no han abandonado la
Iglesia es seguramente la pasividad. Durante siglos hemos educado a los
fieles para la sumisión y la obediencia. En la casa de Jesús sólo una
minoría se siente hoy con alguna responsabilidad eclesial.
Ha llegado el momento de reaccionar. No podemos seguir aumentando aún
más la distancia entre "los que mandan" y "los que obedecen". Es pecado
promover el desafecto, la mutua exclusión o la pasividad. Jesús nos
quería ver a todos despiertos, activos, colaborando con lucidez y responsabilidad.
José Antonio Pagola.
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