Marcos 4,35-40
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
"Vamos a la otra orilla." Dejando a la gente, se lo llevaron en la
barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán,
y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a
popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: "Maestro,
¿no te importa que nos hundamos?" Se puso en pie, increpó al viento y dijo
al lago: "¡Silencio, cállate!" El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?" Se
quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Pero quién es éste? ¡Hasta
el viento y las aguas le obedecen!"
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José Antonio Pagola
«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».
Estas dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos no son, para el
evangelista Marcos, una anécdota del pasado. Son las preguntas que han de
escuchar los seguidores de Jesús en medio de sus crisis. Las preguntas que nos
hemos de hacer también hoy: ¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué
tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo?
El relato es breve. Todo comienza con una orden de Jesús: «Vamos
a la otra orilla». Los discípulos saben que en la otra orilla del lago
Tiberíades está el territorio pagano de la Decápolis. Un país diferente y
extraño. Una cultura hostil a su religión y creencias.
De pronto se levanta una fuerte tempestad, metáfora gráfica
de lo que sucede en el grupo de discípulos. El viento huracanado, las olas que
rompen contra la barca, el agua que comienza a invadirlo todo, expresan bien la
situación: ¿Qué podrán los seguidores de Jesús ante la hostilidad del mundo
pagano? No solo está en peligro su misión, sino incluso la supervivencia misma
del grupo.
Despertado por sus discípulos, Jesús interviene, el viento
cesa y sobre el lago viene una gran calma. Lo sorprendente es que los
discípulos «se quedan espantados». Antes tenían miedo a la tempestad.
Ahora parecen temer a Jesús. Sin embargo, algo decisivo se ha producido en
ellos: han recurrido a Jesús; han podido experimentar en él una fuerza
salvadora que no conocían; comienzan a preguntarse por su identidad. Comienzan
a intuir que con él todo es posible.
El cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte
tempestad» y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a
pasar a la «otra orilla». La cultura moderna nos resulta un país extraño
y hostil. El futuro nos da miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos
creen más seguro mirar hacia atrás para mejor ir adelante.
Jesús nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene
fuerza para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Solo se
nos pide fe. Una fe que nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos comprometa
a caminar tras las huellas de Jesús.
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