Marcos 4,26-34
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de Dios
se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se
levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La
tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la
espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque
ha llegado la siega."
Dijo también: "¿Con qué podemos comparar el reino de
Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la
tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las
demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y
anidar en ellas." Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra
acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos
se lo explicaba todo en privado.
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José Antonio Pagola
Vivimos ahogados por las malas noticias. Emisoras de radio y
televisión, noticiarios y reportajes descargan sobre nosotros una avalancha de
noticias de odios, guerras, hambres y violencias, escándalos grandes y
pequeños. Los «vendedores de sensacionalismo» no parecen encontrar otra cosa
más notable en nuestro planeta.
La increíble velocidad con que se difunden las noticias nos
deja aturdidos y desconcertados. ¿Qué puede hacer uno ante tanto sufrimiento?
Cada vez estamos mejor informados del mal que asola a la humanidad entera, y
cada vez nos sentimos más impotentes para afrontarlo.
La ciencia nos ha querido convencer de que los problemas se
pueden resolver con más poder tecnológico, y nos ha lanzado a todos a una
gigantesca organización y racionalización de la vida. Pero este poder
organizado no está ya en manos de las personas sino en las estructuras. Se ha
convertido en «un poder invisible» que se sitúa más allá del alcance de cada
individuo.
Entonces, la tentación de inhibirnos es grande. ¿Qué puedo
hacer yo para mejorar esta sociedad? ¿No son los dirigentes políticos y
religiosos quienes han de promover los cambios que se necesitan para avanzar
hacia una convivencia más digna, más humana y dichosa?
No es así. Hay en el evangelio una llamada dirigida a todos,
y que consiste en sembrar pequeñas semillas de una nueva humanidad.
Jesús no habla de cosas grandes. El reino de Dios es algo muy humilde y modesto
en sus orígenes. Algo que puede pasar tan desapercibido como la semilla más
pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar de manera insospechada.
Quizás necesitamos aprender de nuevo a valorar las cosas
pequeñas y los pequeños gestos. No nos sentimos llamados a ser héroes ni
mártires cada día, pero a todos se nos invita a vivir poniendo un poco de
dignidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo. Un gesto amistoso al que vive
desconcertado, una sonrisa acogedora a quien está solo, una señal de cercanía a
quien comienza a desesperar, un rayo de pequeña alegría en un corazón
agobiado... no son cosas grandes. Son pequeñas semillas del reino de
Dios que todos podemos sembrar en una sociedad complicada y triste, que ha
olvidado el encanto de las cosas sencillas y buenas.
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