En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo,
dijeron: "Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?"
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: "¿Esto os
hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El
espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he
dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. "Pues
Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y
dijo: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se
lo concede." Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no
volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También
vosotros queréis marcharos?" Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a
quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios."
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José Antonio Pagola
Durante estos años se han multiplicado los análisis y
estudios sobre la crisis de las Iglesias cristianas en la sociedad moderna.
Esta lectura es necesaria para conocer mejor algunos datos, pero resulta
insuficiente para discernir cuál ha de ser nuestra reacción. El episodio
narrado por Juan nos puede ayudar a interpretar y vivir la crisis con hondura
más evangélica.
Según el evangelista, Jesús resume así la crisis que se está
creando en su grupo: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y,
con todo, algunos de vosotros no creen». Es cierto. Jesús introduce en
quienes le siguen un espíritu nuevo; sus palabras comunican vida; el programa
que propone puede generar un movimiento capaz de orientar el mundo hacia una
vida más digna y plena.
Pero, no por el hecho de estar en su grupo, está garantizada
la fe. Hay quienes se resisten a aceptar su espíritu y su vida. Su presencia en
el entorno de Jesús es ficticia; su fe en él no es real. La verdadera crisis en
el interior del cristianismo siempre es esta: ¿creemos o no creemos en Jesús?
El narrador dice que «muchos se echaron atrás y no
volvieron a ir con él». En la crisis se revela quiénes son los
verdaderos seguidores de Jesús. La opción decisiva siempre es esa: ¿Quiénes se
echan atrás y quiénes permanecen con él, identificados con su espíritu y su
vida? ¿Quién está a favor y quién está en contra de su proyecto?
El grupo comienza a disminuir. Jesús no se irrita, no
pronuncia ningún juicio contra nadie. Solo hace una pregunta a los que se han
quedado junto a él: «¿También vosotros queréis marcharos?». Es la
pregunta que se nos hace hoy a quienes seguimos en la Iglesia: ¿Qué queremos
nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es para seguir a Jesús, acogiendo su
espíritu y viviendo a su estilo? ¿Es para trabajar en su proyecto?
La respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor, ¿a quién vamos
a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Los que se quedan, lo han de
hacer por Jesús. Solo por Jesús. Por nada más. Se comprometen con él. El único
motivo para permanecer en su grupo es él. Nadie más.
Por muy dolorosa que nos parezca, la crisis actual será
positiva si los que nos quedamos en la Iglesia, muchos o pocos, nos vamos
convirtiendo en discípulos de Jesús, es decir, en hombres y mujeres que vivimos
de sus palabras de vida.
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