Lucas 11, 1-13
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus
discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga
tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes
caer en la tentación."»
Y les dijo: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la
medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis
amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro,
el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y
yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro
insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo
suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues
así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os
abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O
si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un
escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a
los que se lo piden?»
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José Antonio Pagola
Lucas y Mateo han recogido en sus respectivos evangelios
unas palabras de Jesús que, sin duda, quedaron muy grabadas en sus seguidores
más cercanos. Es fácil que las haya pronunciado mientras se movía con sus
discípulos por las aldeas de Galilea, pidiendo algo de comer, buscando acogida
o llamando a la puerta de los vecinos.
Probablemente, no siempre reciben la respuesta deseada, pero
Jesús no se desalienta. Su confianza en el Padre es absoluta. Sus seguidores
han de aprender a confiar como él: «Os digo a vosotros: pedid y se os dará,
buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá». Jesús sabe lo que está diciendo
pues su experiencia es esta: «quien pide recibe, quien busca halla, y al que
llama se le abre».
Si algo hemos de reaprender de Jesús en estos tiempos de
crisis y desconcierto en su Iglesia es la confianza. No como una actitud
ingenua de quienes se tranquilizan esperando tiempos mejores. Menos aún como
una postura pasiva e irresponsable, sino como el comportamiento más evangélico
y profético de seguir hoy a Jesús, el Cristo. De hecho, aunque sus tres
invitaciones apuntan hacia la misma actitud básica de confianza en Dios, su
lenguaje sugiere diversos matices.
«Pedir» es la actitud propia del pobre que necesita
recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo. Así imaginaba
Jesús a sus seguidores: como hombres y mujeres pobres, conscientes de su
fragilidad e indigencia, sin rastro alguno de orgullo o autosuficiencia. No es
una desgracia vivir en una Iglesia pobre, débil y privada de poder. Lo
deplorable es pretender seguir hoy a Jesús pidiendo al mundo una protección que
solo nos puede venir del Padre.
«Buscar» no es solo pedir. Es, además, moverse, dar
pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto o escondido.
Así ve Jesús a sus seguidores: como «buscadores del reino de Dios y su
justicia». Es normal vivir hoy en una Iglesia desconcertada ante un futuro
incierto. Lo extraño es no movilizarnos para buscar juntos caminos nuevos para
sembrar el Evangelio en la cultura moderna.
«Llamar» es gritar a alguien al que no sentimos
cerca, pero creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba Jesús al
Padre en la soledad de la cruz. Es explicable que se oscurezca hoy la fe de no pocos
cristianos que aprendieron a decirla, celebrarla y vivirla en una cultura
premoderna. Lo lamentable es que no nos esforcemos más por aprender a seguir
hoy a Jesús gritando a Dios desde las contradicciones, conflictos e
interrogantes del mundo actual.
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