Juan 2,1-11
Tres días después tuvo lugar una boda en Caná de Galilea. La
madre de Jesús estaba invitada a la boda, y lo estaban también Jesús y sus
discípulos. Se terminó el vino, y la madre de Jesús se lo hizo saber a su
hijo:
— No les queda vino.
Jesús le respondió:
— ¡Mujer! ¿Qué tiene que ver eso con nosotros? Mi hora no ha
llegado todavía.
Pero ella dijo a los que estaban sirviendo:
— Haced lo que él os diga.
Había allí seis tinajas de piedra, de las que utilizaban los
judíos para sus ritos purificatorios, con una capacidad de entre setenta y cien
litros cada una. Jesús dijo a los que servían:
— Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.
Una vez llenas, Jesús les dijo:
— Sacad ahora un poco y llevádselo al organizador del
banquete.
Así lo hicieron, y en cuanto el organizador del
banquete probó el nuevo vino, sin saber su procedencia (sólo lo sabían los
sirvientes que lo habían sacado), llamó al novio y le dijo:
— Todo el mundo sirve al principio el vino de mejor calidad,
y cuando los invitados han bebido en abundancia, se saca el corriente. Tú, en
cambio, has reservado el mejor vino para última hora.
Jesús
hizo este primer milagro en Caná de Galilea. Manifestó así su gloria y sus
discípulos creyeron en él.
*****#*****
José Antonio Pagola
Había una boda en Galilea. Así comienza este relato en el
que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública
de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un
lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética «salvando» una fiesta de
bodas que podía haber terminado muy mal.
En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas
era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos
acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas
festivas y cantando canciones de amor.
El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de
estas bodas donde Jesús hizo su «primer signo», el que nos ofrece la clave para
entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.
El evangelista Juan no habla de «milagros». A los gestos
sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre «signos». No quiere que sus
lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos
invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece
algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.
La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da
cuenta de que «no les queda vino» y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios,
de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está
preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino?
Ella confía en Jesús.
Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy
conocido de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la
alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se
equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante
y de excelente calidad.
Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su
vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios.
Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la ley se preocupan de la
religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.
Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la
religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es
también para quienes viven decepcionados por la religión, pero sienten
necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús
contagia fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir
con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor
solidario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario