Mateo 22,15-21 (29 Tiempo ordinario - A)
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José Antonio Pagola
La exégesis moderna
no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta
con analizar la trayectoria de su actividad. Se le ve siempre preocupado por
suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más
digna.
Pensemos en su
actuación en el mundo de los enfermos: Jesús se acerca a quienes viven su vida
de manera disminuida, amenazada o insegura, para despertar en ellos una vida
más plena. Pensemos en su acercamiento a los pecadores: Jesús les ofrece el
perdón que les haga vivir una vida más digna, rescatada de la humillación y el
desprecio. Pensemos también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su
existencia: Jesús los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.
Como ha subrayado
Jon Sobrino, pobres son aquellos para quienes la vida es una carga pesada, pues
no pueden vivir con un mínimo de dignidad. Esta pobreza es lo más contrario al
plan original del Creador de la vida. Donde un ser humano no puede vivir con
dignidad, la creación de Dios aparece allí como viciada y anulada.
Por eso Jesús se
preocupa tanto de la vida concreta de los campesinos de Galilea. Lo primero que
necesitan aquellas gentes es vivir, y vivir con dignidad. No es la meta final,
pero es ahora mismo lo más urgente. Jesús les invita a confiar en la salvación
última del Padre, pero lo hace salvando a la gente de la enfermedad y aliviando
dolencias y sufrimientos. Les anuncia la felicidad definitiva en el seno de
Dios, pero lo hace introduciendo dignidad, paz y dicha en este mundo.
A veces, los
cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la
hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el reino de Dios
del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único
que Dios quiere es esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida
que alcance su plenitud en la vida eterna. Por eso nunca hay que dar a ningún
César lo que es de Dios: la vida y la dignidad de sus hijos.
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