Juan 6,60-69 (21 Tiempo ordinario – B)
Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
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José Antonio Pagola
El mundo en que vivimos no
puede ya ser considerado como cristiano. Las nuevas generaciones no aceptan
fácilmente la visión de la vida que antes se transmitía de padres a hijos por
vía de autoridad. Las ideas y directrices que predominan en la cultura moderna
se alejan mucho de la inspiración cristiana. Vivimos en una época
«poscristiana».
Esto significa que la fe ya
no es «algo evidente y natural». Lo cristiano está sometido a un examen crítico
cada vez más implacable. Son muchos los que en este contexto se sienten
sacudidos por la duda, y bastantes los que, dejándose llevar por las corrientes
del momento, lo abandonan todo.
Una fe combatida desde
tantos frentes no puede ser vivida como hace unos años. El creyente no puede ya
apoyarse en la cultura ambiental ni en las instituciones. La fe va a depender
cada vez más de la decisión personal de cada uno. Será cristiano quien tome la
decisión consciente de aceptar y seguir a Jesucristo. Este es el dato tal vez
más decisivo en el momento religioso que vive hoy Europa: se está pasando de un
cristianismo por nacimiento a un cristianismo por decisión.
Ahora bien, la persona
necesita apoyarse en algún tipo de experiencia positiva para tomar una decisión
tan importante. La experiencia se está convirtiendo en una especie de criterio
de autenticidad y en factor fundamental para decidir la orientación de la
propia vida. Esto significa que, en el futuro, la experiencia religiosa será
cada vez más importante para fundamentar la fe. Será creyente aquel que
experimente que Dios le hace bien y que Jesucristo le ayuda a vivir.
El relato evangélico de Juan
resulta hoy más significativo que nunca. En un determinado momento, muchos
discípulos de Jesús dudan y se echan atrás. Entonces Jesús dice a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contesta en nombre de
todos desde una experiencia básica: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna. Nosotros creemos». Muchos se mueven hoy en un estado
intermedio entre un cristianismo tradicional y un proceso de
descristianización. No es bueno vivir en la ambigüedad. Es necesario tomar una
decisión fundamentada en la propia experiencia. Y tú, ¿también quieres
marcharte?
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