Lucas 17,11-19 (28
Tiempo ordinario – C)
Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y
Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro
diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de
nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y
sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a
Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole
gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los
otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este
extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
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José Antonio Pagola
VIDA AGRADECIDA
Hay quienes caminan por la vida con aire triste y amargado.
Su mirada se fija siempre en lo desalentador. No tienen ojos para ver que, a
pesar de todo, lo bueno abunda más que lo malo. No saben apreciar tantos gestos
nobles, hermosos y admirables que suceden todos los días en cualquier parte del
mundo. Tal vez lo ven todo oscuro porque proyectan sobre las cosas su propia
oscuridad.
Otros viven siempre en actitud crítica. Se pasan la vida
observando lo negativo que hay a su alrededor. Nada escapa a su juicio. Se
consideran personas lúcidas, perspicaces y objetivas. Sin embargo nunca alaban,
admiran o agradecen. Lo suyo es destacar el mal y condenar.
Otros hacen el recorrido de la vida indiferentes a todo. Solo
tienen ojos para lo que sirve a sus propios intereses. No se dejan sorprender
por nada gratuito, no se dejan querer ni bendecir por nadie. Encerrados en su
mundo, bastante tienen con defender su pequeño bienestar cada vez más triste y
egoísta. De su corazón no brota nunca el agradecimiento.
Muchos viven de manera monótona y aburrida. Su vida es pura
repetición: el mismo horario, el mismo trabajo, las mismas personas, la misma
conversación. Nunca descubren un paisaje nuevo en sus vidas. Nunca estrenan día
nuevo. Nunca les sucede algo diferente que renueve su espíritu. No saben amar
de manera nueva a las personas. Su corazón no conoce la alabanza.
Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la
vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada
de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno,
hermoso y admirable en las personas y en las cosas. Cuando san Pablo dice que
«hemos sido creados para alabar la gloria de Dios», está diciendo cuál es el
sentido y la razón más profunda de nuestra existencia. En el episodio narrado
por Lucas, Jesús se extraña de que solo uno de los leprosos vuelva «dando
gracias» y «alabando a Dios». Es el único que ha sabido sorprenderse por la
curación y reconocerse agraciado.
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