Marcos 10, 2-16

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José Antonio Pagola
El episodio parece insignificante. Sin embargo, encierra un
trasfondo de gran importancia para los seguidores de Jesús. Según el relato de
Marcos, algunos tratan de acercar a Jesús a unos niños y niñas que corretean
por allí. Lo único que buscan es que aquel hombre de Dios los pueda tocar para
comunicarles algo de su fuerza y de su vida. Al parecer, era una creencia
popular.
Los discípulos se molestan y tratan de impedirlo. Pretenden
levantar un cerco en torno a Jesús. Se atribuyen el poder de decidir quiénes
pueden llegar hasta Jesús y quiénes no. Se interponen entre él y los más
pequeños, frágiles y necesitados de aquella sociedad. En vez de facilitar su
acceso a Jesús, lo obstaculizan.
Se han olvidado ya del gesto de Jesús que, unos días antes,
ha puesto en el centro del grupo a un niño para que aprendan bien que son los
pequeños los que han de ser el centro de atención y cuidado de sus discípulos.
Se han olvidado de cómo lo ha abrazado delante de todos, invitándoles a
acogerlos en su nombre y con su mismo cariño.
Jesús se indigna. Aquel comportamiento de sus discípulos es
intolerable. Enfadado, les da dos órdenes: «Dejad que los niños se acerquen
a mí. No se lo impidáis». ¿Quién les ha enseñado a actuar de una
manera tan contraria a su Espíritu? Son, precisamente, los pequeños, débiles e
indefensos, los primeros que han de tener abierto el acceso a Jesús.
La razón es muy profunda pues obedece a los designios del
Padre: «De los que son como ellos es el reino de Dios». En el
reino de Dios y en el grupo de Jesús, los que molestan no son los pequeños,
sino los grandes y poderosos, los que quieren dominar y ser los primeros.
El centro de su comunidad no ha de estar ocupado por
personas fuertes y poderosas que se imponen a los demás desde arriba. En su
comunidad se necesitan hombres y mujeres que buscan el último lugar para
acoger, servir, abrazar y bendecir a los más débiles y necesitados.
El reino de Dios no se difunde desde la imposición de los
grandes sino desde la acogida y defensa a los pequeños. Donde estos se
convierten en el centro de atención y cuidado, ahí está llegando el reino de
Dios, la sociedad humana que quiere el Padre.