En aquel tiempo, los fariseos, al
oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de
ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?" Él le dijo:
""Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma,
con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo
es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos
mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas."
------o------
Comentarios: José Antonio Pagola.
La
religión cristiana les resulta a no pocos un sistema religioso difícil de
entender y, sobre todo, un entramado de leyes demasiado complicado para vivir
correctamente ante Dios. ¿No necesitamos los cristianos concentrar mucho más
nuestra atención en cuidar antes que nada lo esencial de la experiencia
cristiana?
Los evangelios han recogido la
respuesta de Jesús a un sector de fariseos que le preguntan cuál es el
mandamiento principal de la Ley. Así resume Jesús lo esencial: lo primero es “amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser”;
lo segundo es “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
La afirmación de Jesús es clara. El
amor es todo. Lo decisivo en la vida es amar. Ahí está el fundamento de todo. Lo
primero es vivir ante Dios y ante los demás en una actitud de amor. No hemos de
perdernos en cosas accidentales y secundarias, olvidando lo esencial. Del amor
arranca todo lo demás. Sin amor todo queda pervertido.
Al hablar del amor a Dios, Jesús no está
pensando en los sentimientos o emociones que pueden brotar de nuestro corazón;
tampoco nos está invitando a multiplicar nuestros rezos y oraciones. Amar al
Señor, nuestro Dios, con todo el corazón es reconocer a Dios como Fuente última
de nuestra existencia, despertar en nosotros una adhesión total a su voluntad,
y responder con fe incondicional a su amor universal de Padre de todos.
Por eso añade Jesús un segundo
mandamiento. No es posible amar a Dios y vivir de espaldas a sus hijos e hijas.
Una religión que predica el amor a Dios y se olvida de los que sufren es una
gran mentira. La única postura realmente humana ante cualquier persona que
encontramos en nuestro camino es amarla y buscar su bien como quisiéramos para
nosotros mismos.
Todo este lenguaje puede parecer
demasiado viejo, demasiado gastado y poco eficaz. Sin embargo, también hoy el
primer problema en el mundo es la falta de amor, que va deshumanizando, uno
tras otro, los esfuerzos y las luchas por construir una convivencia más humana.
Hace unos años, el pensador francés,
Jean Onimus escribía así: “El cristianismo está todavía en sus comienzos; nos
lleva trabajando solo dos mil años. La masa es pesada y se necesitarán siglos
de maduración antes de que la caridad la haga fermentar”. Los seguidores de
Jesús no hemos de olvidar nuestra responsabilidad. El mundo necesita testigos
vivos que ayuden a las futuras generaciones a creer en el amor pues no hay un
futuro esperanzador para el ser humano si termina por perder la fe en el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario