MATEO 2,1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su
estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y
todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los escribas del
país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En
Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de
Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti
saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó
en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido
la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente
qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a
adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la
estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse
encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa
alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus
cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en
sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra
por otro camino.
******#******
José Antonio Pagola.
Los magos vienen del «Oriente», un lugar que evoca en
los judíos la patria de la astrología y de otras ciencias extrañas. Son
paganos. No conocen las Escrituras Sagradas de Israel, pero sí el lenguaje de
las estrellas. Buscan la verdad y se ponen en marcha para descubrirla. Se dejan
guiar por el misterio, sienten necesidad de «adorar».
Su presencia provoca un sobresalto en todo Jerusalén. Los
magos han visto brillar una estrella nueva que les hace pensar que ya ha nacido
«el rey de los judíos» y vienen a «adorarlo». Este rey no es
Augusto. Tampoco Herodes. ¿Dónde está? Esta es su pregunta.
Herodes se «sobresalta». La noticia no le produce alegría
alguna. Él es quien ha sido designado por Roma «rey de los judíos». Hay que
acabar con el recién nacido: ¿Dónde está ese rival extraño? Los «sumos
sacerdotes y letrados» conocen las Escrituras y saben que ha de nacer en
Belén, pero no se interesan por el niño ni se ponen en marcha para adorarlo.
Esto es lo que encontrará Jesús a lo largo de su vida:
hostilidad y rechazo en los representantes del poder político; indiferencia y
resistencia en los dirigentes religiosos. Solo quienes buscan el reino de Dios
y su justicia lo acogerán.
Los magos prosiguen su larga búsqueda. A veces, la estrella
que los guía desaparece dejándolos en la incertidumbre. Otras veces, brilla de
nuevo llenándolos de «inmensa alegría». Por fin se encuentran con el
Niño y, «cayendo de rodillas, lo adoran». Después, ponen a su servicio
las riquezas que tienen y los tesoros más valiosos que poseen. Este Niño puede
contar con ellos pues lo reconocen como su Rey y Señor.
En su aparente ingenuidad, este relato nos plantea preguntas
decisivas: ¿Ante quién nos arrodillamos nosotros? ¿Cómo se llama el
«dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser? Nos decimos cristianos,
pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén? ¿Ponemos a sus pies nuestras
riquezas y nuestro bienestar?¿Estamos dispuestos a escuchar su llamada a entrar
en el reino de Dios y su justicia?
En nuestras vidas
siempre hay alguna estrella que nos guía hacia Belén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario