En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se
quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre
alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a
Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: "Se ha cumplido el plazo,
está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio."
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José Antonio Pagola
Marcos presenta la escena de Jesús en el desierto como un
resumen de su vida. Señalo algunas claves. Según el evangelista, «el
Espíritu empuja a Jesús al desierto». No es una iniciativa suya. Es el
Espíritu de Dios el que lo desplaza hasta colocarlo en el desierto: la vida de
Jesús no va a ser un camino de éxito fácil; más bien le esperan pruebas,
inseguridad y amenazas.
Pero el «desierto» es, al mismo tiempo, el mejor
lugar para escuchar, en silencio y soledad, la voz de Dios. El lugar al que hay
que volver en tiempos de crisis para abrirle caminos al Señor en el corazón del
pueblo. Así se pensaba en la época de Jesús.
En el desierto, Jesús «es tentado por Satanás». Nada se dice
del contenido de las tentaciones. Solo que provienen de «Satanás», el
Adversario que busca la ruina del ser humano destruyendo el plan de Dios. Ya no
volverá a aparecer en todo el evangelio de Marcos. Jesús lo ve actuando en
todos aquellos que lo quieren desviar de su misión, incluido Pedro.
El breve relato termina con dos imágenes en fuerte
contraste: Jesús «vive entre fieras», pero «los ángeles le sirven».
Las «fieras», los seres más violentos de la creación, evocan los
peligros que amenazarán siempre a Jesús y su proyecto. Los «ángeles»,
los seres más buenos de la creación, evocan la cercanía de Dios que bendice,
cuida y defiende a Jesús y su misión.
El cristianismo está viviendo momentos difíciles. Siguiendo
los estudios sociológicos, nosotros hablamos de crisis, secularización, rechazo
por parte del mundo moderno... Pero tal vez, desde una lectura de fe, hemos de
decir algo más: ¿No será Dios quien nos está empujando a este «desierto»? ¿No
necesitábamos algo de esto para liberarnos de tanta vanagloria, poder mundano,
vanidad y falsos éxitos acumulados inconscientemente durante tantos siglos?
Nunca habríamos elegido nosotros estos caminos.
Esta experiencia de desierto, que irá creciendo en los
próximos años, es un tiempo inesperado de gracia y purificación que hemos de
agradecer a Dios. Él seguirá cuidando su proyecto. Solo se nos pide rechazar
con lucidez las tentaciones que nos pueden desviar una vez más de la conversión
a Jesucristo.
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