Marcos 6,30-34
En
aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo
lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: "Venid vosotros solos a un
sitio tranquilo a descansar un poco." Porque eran tantos los que iban y
venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio
tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces
de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les
adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos,
porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
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José Antonio Pagola
Los discípulos, enviados por Jesús para anunciar su
Evangelio, vuelven entusiasmados. Les falta tiempo para contar a su Maestro
todo lo que han hecho y enseñado. Al parecer, Jesús quiere escucharlos con
calma y los invita a retirarse «ellos solos a un sitio tranquilo a descansar
un poco».
La gente les estropea todo su plan. De todas las aldeas
corren a buscarlos. Ya no es posible aquella reunión tranquila que había
proyectado Jesús a solas con sus discípulos más cercanos. Para cuando llegan al
lugar, la muchedumbre lo ha invadido todo. ¿Cómo reaccionará Jesús?
El evangelista describe con detalle su actitud. A Jesús nunca
le estorba la gente. Fija su mirada en la multitud. Sabe mirar, no solo a las
personas concretas y cercanas, sino también a esa masa de gente formada por
hombres y mujeres sin voz, sin rostro y sin importancia especial. Enseguida se
despierta en él la compasión. No lo puede evitar. «Le dio lástima de ellos».
Los lleva a todos muy dentro de su corazón.
Nunca los abandonará. Los «ve como ovejas sin pastor»:
gentes sin guías para descubrir el camino, sin profetas para escuchar la voz de
Dios. Por eso, «se puso a enseñarles con calma»,
dedicándoles tiempo y atención para alimentarlos con su Palabra curadora.
Un día tendremos que revisar ante Jesús, nuestro único
Señor, cómo miramos y tratamos a esas muchedumbres que se nos están marchando
poco a poco de la Iglesia, tal vez porque no escuchan entre nosotros su
Evangelio y porque ya no les dicen nada nuestros discursos, comunicados y
declaraciones.
Personas sencillas y buenas a las que estamos decepcionando
porque no ven en nosotros la compasión de Jesús. Creyentes que no saben a quién
acudir ni qué caminos seguir para encontrarse con un Dios más humano que el que
perciben entre nosotros. Cristianos que se callan porque saben que su palabra
no será tenida en cuenta por nadie importante en la Iglesia.
Un día el rostro de esta Iglesia cambiará. Aprenderá a
actuar con más compasión; se olvidará de sus propios discursos y se pondrá a
escuchar el sufrimiento de la gente. Jesús tiene fuerza para transformar
nuestros corazones y renovar nuestras comunidades.
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