Marcos 6,7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y
los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus
inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni
pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no
una túnica de repuesto. Y añadió: "Quedaos en la casa donde entréis, hasta
que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al
marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa." Ellos
salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a
muchos enfermos y los curaban.
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José Antonio Pagola
Jesús no envía a sus discípulos de cualquier manera. Para
colaborar en su proyecto del reino de Dios y prolongar su misión es necesario
cuidar un estilo de vida. Si no es así, podrán hacer muchas cosas, pero no
introducirán en el mundo su espíritu. Marcos nos recuerda algunas
recomendaciones de Jesús. Destacamos algunas.
En primer lugar, ¿quiénes son ellos para actuar en nombre de
Jesús? ¿Cuál es su autoridad? Según Marcos, al enviarlos, Jesús «les da
autoridad sobre los espíritus inmundos». No les da poder sobre las personas
que irán encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para
gobernar sino para curar.
Como siempre, Jesús está pensando en un mundo más sano,
liberado de las fuerzas malignas que esclavizan y deshumanizan al ser humano.
Sus discípulos introducirán entre las gentes su fuerza sanadora. Se abrirán
paso en la sociedad, no utilizando un poder sobres las personas, sino
humanizando la vida, aliviando el sufrimiento de las gentes, haciendo crecer la
libertad y la fraternidad.
Llevarán solo «bastón» y «sandalias». Jesús
los imagina como caminantes. Nunca instalados. Siempre de camino. No atados a
nada ni a nadie. Solo con lo imprescindible. Con esa agilidad que tenía Jesús
para hacerse presente allí donde alguien lo necesitaba. El báculo de Jesús no
es para mandar, sino para caminar.
No llevarán «ni pan, ni alforja, ni dinero». No han
de vivir obsesionados por su propia seguridad. Llevan consigo algo más
importante: el Espíritu de Jesús, su Palabra y su Autoridad para humanizar la
vida de las gentes. Curiosamente, Jesús no está pensando en lo que han de
llevar para ser eficaces, sino en lo que no han de llevar. No sea que un día se
olviden de los pobres y vivan encerrados en su propio bienestar.
Tampoco llevarán «túnica de repuesto». Vestirán con
la sencillez de los pobres. No llevarán vestiduras sagradas como los sacerdotes
del Templo. Tampoco vestirán como el Bautista en la soledad del desierto. Serán
profetas en medio de la gente. Su vida será signo de la cercanía de Dios a
todos, sobre todo, a los más necesitados.
¿Nos atreveremos algún día a hacer en el seno de la
Iglesia un examen colectivo para dejarnos iluminar por Jesús y ver cómo nos
hemos ido alejando sin darnos casi cuenta de su espíritu?
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