Lucas 19,1-10
Jesús entró en Jericó e iba recorriendo la ciudad. Vivía allí un hombre rico
llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores de impuestos y que deseaba conocer
a Jesús. Pero era pequeño de estatura, y la gente le impedía verlo. Así que
echó a correr y, adelantándose a todos, fue a encaramarse a un sicómoro para
poder verlo cuando pasara por allí. Al llegar Jesús a aquel lugar, miró hacia
arriba, vio a Zaqueo y le dijo:
— Zaqueo, baja en seguida, porque es preciso que hoy me
hospede en tu casa.
Zaqueo bajó a toda prisa, y lleno de alegría recibió en su
casa a Jesús. Al ver esto, todos se pusieron a murmurar diciendo:
— Este se aloja en casa de un hombre de mala reputación.
Zaqueo, por su parte, se puso en pie y, dirigiéndose al
Señor, dijo:
— Señor, estoy decidido a dar a los pobres la mitad de mis
bienes y a devolver cuatro veces más a los que haya defraudado en algo.
Entonces Jesús le dijo:
— Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este
es descendiente de Abrahán. En efecto, el Hijo del hombre ha venido a buscar y
salvar lo que estaba perdido.
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José Antonio Pagola
Lucas narra el episodio de Zaqueo para que sus lectores
descubran mejor lo que pueden esperar de Jesús: el Señor al que invocan y
siguen en las comunidades cristianas «ha venido a buscar y salvar lo que
estaba perdido». No lo han de olvidar.
Al mismo tiempo, su relato de la actuación de Zaqueo ayuda a
responder a la pregunta que no pocos llevan en su interior: ¿Todavía puedo
cambiar? ¿No es ya demasiado tarde para rehacer una vida que, en buena parte,
la he echado a perder? ¿Qué pasos puedo dar?
Zaqueo viene descrito con dos rasgos que definen con
precisión su vida. Es «jefe de publicanos» y es «rico». En Jericó
todos saben que es un pecador. Un hombre que no sirve a Dios sino al dinero. Su
vida, como tantas otras, es poco humana.
Sin embargo, Zaqueo «busca ver a Jesús». No es mera
curiosidad. Quiere saber quién es, qué se encierra en este Profeta que tanto
atrae a la gente. No es tarea fácil para un hombre instalado en su mundo. Pero
este deseo de Jesús va a cambiar su vida.
El hombre tendrá que superar diferentes obstáculos. Es «bajo
de estatura», sobre todo porque su vida no está motivada por ideales muy
nobles. La gente es otro impedimento: tendrá que superar prejuicios sociales
que le hacen difícil el encuentro personal y responsable con Jesús.
Pero Zaqueo prosigue su búsqueda con sencillez y sinceridad.
Corre para adelantarse a la muchedumbre, y se sube a un árbol como un niño. No
piensa en su dignidad de hombre importante. Solo quiere encontrar el momento y
el lugar adecuado para entrar en contacto con Jesús. Lo quiere ver.
Es entonces cuando descubre que también Jesús le está
buscando a él pues llega hasta aquel lugar, lo busca con la mirada y le dice:
«El encuentro será hoy mismo en tu casa de pecador». Zaqueo se baja y lo recibe
en su casa lleno de alegría. Hay momentos decisivos en los que Jesús pasa por
nuestra vida porque quiere salvar lo que nosotros estamos echando a perder. No
los hemos de dejar escapar.
Lucas no describe el encuentro. Solo habla de la
transformación de Zaqueo. Cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa solo
en su dinero sino en el sufrimiento de los demás. Cambia su estilo de vida:
hará justicia a los que ha explotado y compartirá sus bienes con los pobres.
Tarde o temprano, todos corremos el riesgo de «instalarnos»
en la vida renunciando a cualquier aspiración de vivir con más calidad humana.
Los creyentes hemos de saber que un encuentro más auténtico con Jesús puede
hacer nuestra vida más humana y, sobre todo, más solidaria.
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