Lucas 2,16-21 Santa María, Madre de Dios - B
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José Antonio Pagola
Dice el teólogo Ladislao Boros en alguno de sus escritos que
uno de los principios cardinales de la vida cristiana consiste en que «Dios
comienza siempre de nuevo». Con él nada hay definitivamente perdido. En El todo
es comienzo y renovación.
Por decirlo de manera sencilla, Dios no se deja desalentar
por nuestra mediocridad. La fuerza renovadora de su perdón y de su gracia es
más vigorosa que nuestros errores y nuestro pecado. Con El, todo puede comenzar
de nuevo.
Por eso, es bueno comenzar el año con voluntad de
renovación. Cada año que se nos ofrece de vida es un tiempo abierto a nuevas
posibilidades, un tiempo de gracia y de salvación en el que se nos invita a
vivir de manera nueva. Por ello, es importante escuchar las preguntas que
pueden brotar de nuestro interior.
¿Qué espero yo del nuevo año? ¿Será un año dedicado a «hacer
cosas», resolver asuntos, acumular tensión, nerviosismo y malhumor o será un
año en que aprenderé a vivir de manera más humana?
¿Qué es lo que realmente quiero yo este año? ¿A qué dedicaré
el tiempo más precioso e importante? ¿Será, una vez más, un año vacío,
superficial y rutinario, o un año en que amaré la vida con gozo y gratitud?
¿Qué tiempo reservaré para el descanso, el silencio, la
música, la oración, el encuentro con Dios? ¿Alimentaré mi vida interior o
viviré de manera agitada, en permanente actividad, corriendo de una ocupación a
otra, sin saber exactamente qué quiero ni para qué vivo?
¿Qué tiempo dedicaré al disfrute íntimo con mi pareja y a la
convivencia gozosa con los hijos? ¿Viviré fuera de mi hogar organizándome la
vida a mi aire o sabré amar con más dedicación y ternura a los míos?
¿Con quiénes me encontraré este año? ¿A qué personas me
acercaré? ¿Pondré en ellas alegría, vida, esperanza, o contagiaré desaliento,
tristeza y muerte? Por donde yo pase, ¿será la vida más gozosa y llevadera o
más dura y penosa?
¿Viviré este año preocupado solo por mi pequeño bienestar o
me interesaré también por hacer felices a los demás? ¿Me encerraré en mi viejo
egoísmo de siempre o viviré de manera creativa, tratando de hacer a mi alrededor
un mundo más humano y habitable?
¿Seguiré viviendo de espaldas a Dios o me atreveré a creer
que es mi mejor Amigo? ¿Permaneceré mudo ante El, sin abrir mis labios ni mi
corazón, o brotará por fin desde mi interior una invocación humilde pero
sincera?
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