Lucas 2,1-14 (Natividad del Señor - B)
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José Antonio Pagola
Lo imaginamos fuerte y poderoso, majestuoso y omnipotente,
pero él se nos ofrece en la fragilidad de un niño débil, nacido en la más
absoluta sencillez y pobreza. Lo colocamos casi siempre en lo extraordinario,
prodigioso y sorprendente, pero él se nos presenta en lo cotidiano, en lo
normal y ordinario. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos hace pequeño y
cercano.
No. Este Dios encarnado en el niño de Belén no es el que
nosotros hubiéramos esperado. No está a la altura de lo que nosotros hubiéramos
imaginado. Este Dios nos puede decepcionar. Sin embargo, ¿no es precisamente
este Dios cercano el que necesitamos junto a nosotros? ¿No es esta cercanía a
lo humano la que mejor revela el verdadero misterio de Dios? ¿No se manifiesta
en la debilidad de este niño su verdadera grandeza?
La Navidad nos recuerda que la presencia de Dios no responde
siempre a nuestras expectativas, pues se nos ofrece donde nosotros menos lo
esperamos. Ciertamente hemos de buscarlo en la oración y el silencio, en la
superación del egoísmo, en la vida fiel y obediente a su voluntad, pero Dios se
nos puede ofrecer cuando quiere y como quiere, incluso en lo más ordinario y
común de la vida.
Ahora sabemos que lo podemos encontrar en cualquier ser
indefenso y débil que necesita de nuestra acogida. Puede estar en las lágrimas
de un niño o en la soledad de un anciano. En el rostro de cualquier hermano
podemos descubrir la presencia de ese Dios que ha querido encarnarse en lo
humano.
Esta es la fe revolucionaria de la Navidad, el escándalo más
grande del cristianismo, expresado de manera lapidaria por Pablo: «Cristo, a
pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de siervo, haciéndose uno
de tantos y presentándose como simple hombre» (Filipenses 2,6-7).
El Dios cristiano no es un Dios desencarnado, lejano e
inaccesible. Es un Dios encarnado, próximo, cercano. Un Dios al que podemos
tocar de alguna manera siempre que tocamos lo humano.
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