21/11/09

ECLESIALIDAD SUSTANCIAL


Recojo en este artículo el aspecto teológico de la ponencia de Julio Lois, profesor emérito del Instituto Superior de Pastoral de Madrid, que tuvo lugar el 17 de octubre en el marco del Encuentro del Consejos Pastoral del Arciprestazgo de Cáceres.

En la primera parte de la ponencia se centró fundamentalmente en el aspecto eclesiológico, a partir de las enseñanzas del Vaticano II en la Lumen Gentium. Allí se muestra que:

A)La Iglesia es antes que nada misterio de comunión: significa que está llamada a ser, a semejanza de Dios, misterio de comunión, sacramento de comunión de que Dios es; y a la vez tiene que ser sacramento de la unión que todos los creyentes debemos tener entre sí. Cómo mostrar esto:

1º-Mostrando que nos sentimos amados y acompañados por Dios, que nos perdona, enriquece, nos ama y nos salva.

2º.-Mostrando que estamos en comunión con todos los creyentes que formamos el pueblo de Dios.

3.-Que vivimos en comunión fraternal y en solidaridad real con todos los seres humanos de cualquier religión o sin ella; y en especial con los más débiles, los últimos, los excluidos y marginados.

4.-Incluso que estamos en comunión con toda la creación en nuestra forma de pensar y vivir, protegiéndola y respetándola.

B) La Iglesia, además de misterio de comunión, todos los creyentes formamos el pueblo de Dios. Estas dos categorías son las más decisivas en la Lumen Gentium.

Pueblo de Dios, quiere decir que todos los creyentes formamos la Iglesia, y esto es una eclesialidad sustancial, primera, fundamental. Es lo que nos identifica a todos los creyentes como personas de fe. Después y solo después están los diversos ministerios, eclesialidad segunda, para servir al pueblo de Dios. Lo fundamental y sustancial de todos los creyentes es que formamos el pueblo de Dios; los ministerios corresponden a la eclesialidad segunda.

San Agustín decía: “Si me asusta lo que soy para vosotros, también me consuela lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo; con vosotros soy cristiano. Aquel expresa un deber, una tarea; éste una gracia; aquel un empleo; éste, salvación”. Dos niveles: con vosotros es el de la comunión sustancial de cristiano. Para vosotros: se refiere al ministerio de obispo.

Por eso no hay dos géneros de cristianos: unos que mandan y otros que obedecen; unos llamados a la santidad y otros a salvarse por la puerta de atrás. Todos estamos llamados a la santidad en el seguimiento de Jesús. Sólo hay una comunidad de personas creyentes. Esto se llama eclesiología total.

C) La Iglesia que formamos todo el pueblo de Dios, para responder a nuestra vocación de creyentes, tenemos que estar en diálogo permanente, crítico, con este mundo nuestro, muy atentos a los signos de los tiempos, que decía el Vaticano II. Si no estamos atentos a los signos de los tiempos, y respondemos a sus desafíos, no podremos evangelizar de forma significativa. La Iglesia tiene que estar en este mundo acreditándose a sí misma como institución profética, salvífica y liberadora.

Los llamados maestros de la sospecha nos dicen que la fe no nos hace felices ni sirve para transformar el mundo. Frente a eso, nosotros tenemos que mostrar que la fe es bella, que nos hace jóvenes, que da sentido a nuestra vida, que es aclaración de destino. Y eso lo tenemos que mostrar no solo hablando sino viviendo, mostrando que la fe puede ser fuerza de plenitud.

Mirando hacia fuera, hay una serie de desafíos que hay que asumir de forma ineludible si queremos realmente evangelizar, son signos de los tiempos.

-El desafío de la injusticia en el mundo, que genera sufrimientos, desigualdades…

-El pensamiento débil y radical: dicen que hoy no es posible acceder a la verdad.

-La compatibilidad de la fe y la ciencia.

-La inculturación de la fe, de lo contrario, ofreceremos repuestas a preguntas que nade se plantea.

-Pluralismo cultural y religioso.

Todo esto nos plantea cómo hacerse presente la Iglesia, los cristianos, en este mundo que es muy plural: Ante eso algunos ven como única solución la privatización de la fe: vivir la fe a nivel puramente individual y olvidarse de la presencia del otro. El laicismo más radical firmaría esto, porque está convencido que la confesionalidad religiosa, y concretamente la cristiana, es nociva para la sociedad. Pero es que algunos cristianos también afirman la privacidad de la fe, y se sienten molestos cuando se habla de la dimensión social de la fe y de la necesidad de comprometerse en la transformación de la realidad. Con esta actitud no se podría responder a los retos antes señalados.

Recopiló: Julián Díaz Lucio

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