
El
núcleo de su exposición nos permite adentrarnos en la experiencia que vivían
las primeras comunidades cristianas al celebrar la eucaristía. Según Jesús, los
discípulos no solo han de creer en él, sino que han de alimentarse y nutrir su
vida de su misma persona. La eucaristía es una experiencia central en sus
seguidores de Jesús.
Las
palabras que siguen no hacen sino destacar su carácter fundamental e
indispensable: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera
bebida". Si los discípulos no se alimentan de él, podrán hacer y decir
muchas cosas, pero no han de olvidar sus palabras: "No tenéis vida en
vosotros".
Para tener vida dentro de
nosotros necesitamos alimentarnos de Jesús, nutrirnos de su aliento vital,
interiorizar sus actitudes y sus criterios de vida. Este es el secreto y la
fuerza de la eucaristía. Solo lo conocen aquellos que comulgan con él y se
alimentan de su pasión por el Padre y de su amor a sus hijos.
El lenguaje de Jesús es de gran fuerza
expresiva. A quien sabe alimentarse de él, le hace esta promesa: "Ese
habita en mí y yo en él". Quien se nutre de la eucaristía experimenta
que su relación con Jesús no es algo externo. Jesús no es un modelo de vida que
imitamos desde fuera. Alimenta nuestra vida desde dentro.
Esta
experiencia de "habitar" en Jesús y dejar que Jesús
"habite" en nosotros puede transformar de raíz nuestra fe. Ese
intercambio mutuo, esta comunión estrecha, difícil de expresar con palabras,
constituye la verdadera relación del discípulo con Jesús. Esto es seguirle
sostenidos por su fuerza vital.
La
vida que Jesús transmite a sus discípulos en la eucaristía es la que él mismo
recibe del Padre que es Fuente inagotable de vida plena. Una vida que no se
extingue con nuestra muerte biológica. Por eso se atreve Jesús a hacer esta
promesa a los suyos: "El que come este pan vivirá para siempre".
Sin
duda, el signo más grave de la crisis de la fe cristiana entre nosotros es el
abandono tan generalizado de la eucaristía dominical. Para quien ama a Jesús es
doloroso observar cómo la eucaristía va perdiendo su poder de atracción. Pero
es más doloroso aún ver que desde la Iglesia asistimos a este hecho sin
atrevernos a reaccionar. ¿Por qué?
José Antonio Pagola
Red
evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Difunde la fuerza que encierra la
eucaristía. Pásalo.
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19 de agosto de
2012
20 Tiempo ordinario (B)
Juan 6, 51-58
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