Mateo 6,24-34
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Nadie puede estar al
servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al
contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis
servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la
vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con
qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo
que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni
almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No
valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora
al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo
crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni
Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a
la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios
la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No
andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con
qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe
vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo
buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por
añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana
traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos."
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Comentarios: José Antonio Pagola.
EL
Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese
mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que
el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será
siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una
convivencia más humana.
La lógica de Jesús es aplastante: “No
podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser
Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida
digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios
los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que
excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.
Es sorprendente lo que está sucediendo
con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales
que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los
gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso
su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y
la iniquidad. Esa economía mata”.
Sin embargo, Francisco no necesita
largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe
resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el
informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier
país. Solo algunos ejemplos.
“No puede ser que no sea noticia que
muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de
dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión.
No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es
iniquidad”.
Vivimos “en la dictadura de una
economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como
consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente,
las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría
feliz”.
“La cultura del bienestar nos
anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos
comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos
parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.
Como ha dicho él mismo: “este mensaje
no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco
permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de
lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los
clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”.
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