En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino." Tomás le dice: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" Jesús le responde: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto." Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta." Jesús le replica: "Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre."
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Comentarios de José Antonio Pagola.
Al
final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no
estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de
que Pedro lo negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima
partida, han dejado a todos desconcertado y abatidos. ¿Qué va ser de ellos?
Jesús capta su tristeza y su
turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le
espera, Jesús trata de animarlos:”Que no se turbe vuestro corazón; creed en
Dios y creed también en mí”. Más tarde, en el curso de la conversación,
Jesús les hace esta confesión: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie
va al Padre, sino por mí”. No lo han de olvidar nunca.
“Yo soy el camino”. El problema
de no pocos no es que viven extraviados o descaminados. Sencillamente, viven
sin camino, perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil
caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento.
Y, ¿qué puede hacer un hombre o una
mujer cuando se encuentra sin camino? ¿A quién se puede dirigir? ¿Adónde puede
acudir? Si se acerca a Jesús, lo que encontrará no es una religión, sino un
camino. A veces, avanzará con fe; otras veces, encontrará dificultades; incluso
podrá retroceder, pero está en el camino acertado que conduce al Padre. Esta es
la promesa de Jesús.
“Yo soy la verdad”. Estas
palabras encierran una invitación escandalosa a los oídos modernos. No todo se
reduce a la razón. La teoría científica no contiene toda la verdad. El misterio
último de la realidad no se deja atrapar por los análisis más sofisticados. El
ser humano ha de vivir ante el misterio último de la realidad
Jesús se presenta como camino que
conduce y acerca a ese Misterio último. Dios no se impone. No fuerza a nadie
con pruebas ni evidencias. El Misterio último es silencio y atracción
respetuosa. Jesús es el camino que nos puede abrir a su Bondad.
“Yo soy la vida”. Jesús puede
ir transformando nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un
legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde
el mismo fondo de nuestro ser, nos infunde un germen de vida nueva.
Esta acción de Jesús en nosotros se
produce casi siempre de forma discreta y callada. El mismo creyente solo intuye
una presencia imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la
alegría incontenible, la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es
posible, incluso la vida eterna. Nunca entenderemos la fe cristiana si no
acogemos a Jesús como el camino, la verdad y la vida.
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