Lucas 24,35-48

José Antonio Pagola
No es fácil creer en Jesús resucitado. En última instancia
es algo que solo puede ser captado y comprendido desde la fe que el mismo Jesús
despierta en nosotros. Si no experimentamos nunca «por dentro» la paz y la
alegría que Jesús infunde, es difícil que encontremos «por fuera» pruebas de su
resurrección.
Algo de esto nos viene a decir Lucas al describirnos el
encuentro de Jesús resucitado con el grupo de discípulos. Entre ellos hay de
todo. Dos discípulos están contando cómo lo han reconocido al cenar con él en
Emaús. Pedro dice que se le ha aparecido. La mayoría no ha tenido todavía
ninguna experiencia. No saben qué pensar.
Entonces «Jesús se presenta en medio de ellos y les dice:
"Paz a vosotros"». Lo primero para despertar nuestra fe en Jesús
resucitado es poder intuir, también hoy, su presencia en medio de nosotros, y
hacer circular en nuestros grupos, comunidades y parroquias la paz, la alegría
y la seguridad que da el saberlo vivo, acompañándonos de cerca en estos tiempos
nada fáciles para la fe.
El relato de Lucas es muy realista. La presencia de Jesús no
transforma de manera mágica a los discípulos. Algunos se asustan y «creen
que están viendo un fantasma». En el interior de otros «surgen dudas»
de todo tipo. Hay quienes «no lo acaban de creer por la alegría». Otros
siguen «atónitos».
Así sucede también hoy. La fe en Cristo resucitado no nace
de manera automática y segura en nosotros. Se va despertando en nuestro corazón
de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. De ordinario,
crece rodeada de dudas e interrogantes: ¿será posible que sea verdad algo tan
grande?
Según el relato, Jesús se queda, come entre ellos, y se
dedica a «abrirles el entendimiento» para que puedan comprender lo que
ha sucedido. Quiere que se conviertan en «testigos», que puedan hablar
desde su experiencia, y predicar no de cualquier manera, sino «en su nombre».
Creer en el Resucitado no es cuestión de un día. Es un
proceso que, a veces, puede durar años. Lo importante es nuestra actitud
interior. Confiar siempre en Jesús. Hacerle mucho más sitio en cada uno de
nosotros y en nuestras comunidades cristianas.
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