Mateo 5,1-12a

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José Antonio Pagola
En esta fiesta cristiana de «Todos los Santos», quiero decir
cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna.
Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.
Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la
vida de todos y de cada uno de nosotros es solo un pequeño paréntesis entre dos
inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento, deseo y creo que Dios
está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de
paz que se encierra en la creación y en el corazón da la humanidad.
Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas
a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en
esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para
siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá
pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré
ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.
Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a
tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos,
personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar.
Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud
total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el gozo de tu
Señor.
No me resigno a que Dios sea para siempre un «Dios oculto»,
del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me
puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que
tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío.
Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos
precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y
todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada.
Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el
Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber
gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios
la sed de vida que hay en nosotros.