Mateo 11,25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy
gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así
te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo
más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo
se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y
yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi
carga ligera.»
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José Antonio Pagola
El evangelio de Mateo ha recogido tres llamadas de Jesús que
hemos de escuchar con atención sus seguidores, pues pueden transformar el clima
de desaliento, cansancio y aburrimiento que a veces se respira en algunos
sectores de nuestras comunidades cristianas.
«Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y
yo os aliviaré».
Es la primera llamada. Está dirigida a todos los que viven
su religión como una carga pesada. No son pocos los cristianos que viven
agobiados por su conciencia. No son grandes pecadores. Sencillamente han sido
educados para tener siempre presente su pecado y no conocen la alegría del
perdón continuo de Dios. Si se encuentran con Jesús se sentirán aliviados.
Hay también cristianos cansados de vivir su religión como una
tradición gastada. Si se encuentran con Jesús aprenderán a vivir confiando en
un Dios Padre. Descubrirán una alegría interior que hoy no conocen. Seguirán a
Jesús no por obligación, sino por atracción.
«Cargad con mi yugo, porque es llevadero, y mi carga,
ligera».
Es la segunda llamada. Jesús no agobia a nadie. Al
contrario, libera lo mejor que hay en nosotros, pues nos propone vivir haciendo
la vida más humana, digna y sana. No es fácil encontrar un modo más apasionante
de vivir.
Jesús libera de miedos y presiones, no los introduce; hace
crecer nuestra libertad, no nuestras servidumbres; despierta en nosotros la
confianza, nunca la tristeza; nos atrae hacia el amor, no hacia leyes y
preceptos. Nos invita a vivir haciendo el bien.
«Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y
encontraréis descanso para vuestras vidas».
Es la tercer como él. Jesús no complica la vida. La hace más
clara y sencilla, más humilde y más sana. Ofrece descanso. No propone nunca a
sus seguidores algo que él no ha vivido. Por eso puede entender nuestras
dificultades y nuestros esfuerzos, puede perdonar nuestras torpezas y errores,
animándonos siempre a levantarnos.
Hemos de centrar nuestros esfuerzos en promover un contacto
más vital con Jesús en nuestras comunidades, tan necesitadas de aliento,
descanso y paz. Me entristece ver que es precisamente su modo de entender y de
vivir la religión lo que conduce a no pocos, casi inevitablemente, a no conocer
la experiencia de confiar en Jesús. Pienso en tantas personas que, dentro y
fuera de la Iglesia, viven «perdidas», sin saber a qué puerta llamar. Sé que
Jesús podría ser para ellas la gran noticia a llamada. Hemos de aprender de
Jesús a vivir
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