14/1/19

UN GESTO POCO RELIGIOSO


Juan 2,1-11

Tres días después tuvo lugar una boda en Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba invitada a la boda, y lo estaban también Jesús y sus discípulos. Se terminó el vino, y la madre de Jesús se lo hizo saber a su hijo:
— No les queda vino.
Jesús le respondió:
— ¡Mujer! ¿Qué tiene que ver eso con nosotros? Mi hora no ha llegado todavía.
Pero ella dijo a los que estaban sirviendo:
— Haced lo que él os diga.
Había allí seis tinajas de piedra, de las que utilizaban los judíos para sus ritos purificatorios, con una capacidad de entre setenta y cien litros cada una. Jesús dijo a los que servían:
— Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.
Una vez llenas, Jesús les dijo:
— Sacad ahora un poco y llevádselo al organizador del banquete.
Así lo hicieron, y en cuanto el organizador del banquete probó el nuevo vino, sin saber su procedencia (sólo lo sabían los sirvientes que lo habían sacado), llamó al novio y le dijo:
— Todo el mundo sirve al principio el vino de mejor calidad, y cuando los invitados han bebido en abundancia, se saca el corriente. Tú, en cambio, has reservado el mejor vino para última hora.
Jesús hizo este primer milagro en Caná de Galilea. Manifestó así su gloria y sus discípulos creyeron en él.

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José Antonio Pagola

Había una boda en Galilea. Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética «salvando» una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal.
En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.
El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su «primer signo», el que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.
El evangelista Juan no habla de «milagros». A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre «signos». No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.
La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuenta de que «no les queda vino» y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.
Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy conocido de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.
Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios. Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la ley se preocupan de la religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.
Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es también para quienes viven decepcionados por la religión, pero sienten necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús contagia fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor solidario.




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