Mateo 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús
les había indicado.Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
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José Antonio Pagola
Mateo describe la despedida de Jesús trazando las líneas de
fuerza que han de orientar para siempre a sus discípulos, los rasgos que han de
marcar a su Iglesia para cumplir fielmente su misión.
El punto de arranque es Galilea. Ahí los convoca Jesús. La
resurrección no los ha de llevar a olvidar lo vivido con él en Galilea. Allí le
han escuchado hablar de Dios con parábolas conmovedoras. Allí lo han visto
aliviando el sufrimiento, ofreciendo el perdón de Dios y acogiendo a los más
olvidados. Es esto precisamente lo que han de seguir transmitiendo.
Entre los discípulos que rodean a Jesús resucitado hay
«creyentes» y hay quienes «vacilan». El narrador es realista. Los discípulos
«se postran». Sin duda quieren creer, pero en algunos se despierta la duda y la
indecisión. Tal vez están asustados, no pueden captar todo lo que aquello
significa. Mateo conoce la fe frágil de las comunidades cristianas. Si no
contaran con Jesús, pronto se apagaría.
Jesús «se acerca» y entra en contacto con ellos. Él tiene la
fuerza y el poder que a ellos les falta. El Resucitado ha recibido del Padre la
autoridad del Hijo de Dios con «pleno poder en el cielo y en la tierra». Si se
apoyan en él no vacilarán.
Jesús les indica con toda precisión cuál ha de ser su
misión. No es propiamente «enseñar doctrina», no es solo «anunciar al
Resucitado». Sin duda, los discípulos de Jesús habrán de cuidar diversos
aspectos: «dar testimonio del Resucitado», «proclamar el evangelio», «implantar
comunidades»… pero todo estará finalmente orientado a un objetivo: «hacer
discípulos» de Jesús.
Esta es nuestra misión: hacer «seguidores» de Jesús que
conozcan su mensaje, sintonicen con su proyecto, aprendan a vivir como él y
reproduzcan hoy su presencia en el mundo. Actividades tan fundamentales como el
bautismo, compromiso de adhesión a Jesús, y la enseñanza de «todo lo mandado»
por él son vías para aprender a ser sus discípulos. Jesús les promete su
presencia y ayuda constante. No estarán solos ni desamparados. Ni aunque sean
pocos. Ni aunque sean solo dos o tres.
Así es la comunidad cristiana. La fuerza del Resucitado la
sostiene con su Espíritu. Todo está orientado a aprender y enseñar a vivir como
Jesús y desde Jesús. Él sigue vivo en sus comunidades. Sigue con nosotros y
entre nosotros curando, perdonando, acogiendo… salvando.
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