Mateo 14, 22-33 (19 Tiempo ordinario - A)
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»
************||************
Son muchos los creyentes que se sienten hoy a la intemperie, desamparados en medio de una crisis y confusión general. Los pilares en los que tradicionalmente se apoyaba su fe se han visto sacudidos violentamente desde sus raíces. La autoridad de la Iglesia, la infalibilidad del papa, el magisterio de los obispos, ya no pueden sostenerlos en sus convicciones religiosas. Un lenguaje nuevo y desconcertante ha llegado hasta sus oídos creando malestar y confusión, antes desconocidos. La «falta de acuerdo» entre los sacerdotes y hasta en los mismos obispos los ha sumido en el desconcierto.
Con mayor o menor sinceridad
son bastantes los que se preguntan: ¿Qué debemos creer? ¿A quién debemos
escuchar? ¿Qué dogmas hay que aceptar? ¿Qué moral hay que seguir? Y son muchos
los que, al no poder responder a estas preguntas con la certeza de otros
tiempos, tienen la sensación de estar «perdiendo la fe».
Sin embargo, no hemos de
confundir nunca la fe con la mera afirmación teórica de unas verdades o
principios. Ciertamente, la fe implica una visión de la vida y una peculiar
concepción del ser humano, su tarea y su destino último. Pero ser creyente es
algo más profundo y radical. Y consiste, antes que nada, en una apertura
confiada a Jesucristo como sentido último de nuestra vida, criterio definitivo
de nuestro amor a los hermanos y esperanza última de nuestro futuro.
Por eso se puede ser
verdadero creyente y no ser capaz de formular con certeza determinados aspectos
de la concepción cristiana de la vida. Y se puede también afirmar con seguridad
absoluta los diversos dogmas cristianos y no vivir entregado a Dios en actitud
de fe.
Mateo ha descrito la
verdadera fe al presentar a Pedro, que «caminaba sobre el agua» acercándose a
Jesús. Eso es creer. Caminar sobre el agua y no sobre tierra firme. Apoyar
nuestra existencia en Dios y no en nuestras propias razones, argumentos y
definiciones. Vivir sostenidos no por nuestra seguridad, sino por nuestra
confianza en él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario