
El
abuelo ha trabajado duramente impulsando la esencia de los valores que le han
hecho ser un hombre de profundas convicciones. Se merece un respiro
confortable. Es muy humano.
El
abuelo siente mucha fatiga para desplazarse donde están sus hijos. Se merece
que sus hijos se desplacen para sentirle a su lado. Es muy humano.
El abuelo no está ya para tomar
decisiones sobre lo que será bueno para sus nietos. Ha cambiado tanto la vida
que es mejor que sean ellos mismos los que asuman las responsabilidades del
mundo donde les ha tocado vivir. Es muy humano.
El abuelo sigue siendo respetado, querido,
aclamado. No pierde absolutamente nada de su valía, porque es su persona la que
tiene valía como persona. Él sigue siendo el icono que reúne a la familia
cuando se piensa en él, al recordar sus palabras, al leer sus memorias, al
rememorar sus añoranzas tantas veces contadas. Porque una persona vale por sí
misma y no por lo que representa, aunque en esta ocasión sea las de ser un
abuelo, por los años, y que al mismo tiempo ejerce la misión de Papa. Cuando
somos así, demostramos que somos muy humanos.
La renuncia del Papa a seguir siendo Abuelo-Papa, (y utilizo este
término con todo el respeto, cariño y admiración hacia los que ya tienen una
edad avanzada) ha sido un gesto profético que humaniza la vida del papa y de la
iglesia, que la aleja de todos los boatos y pompas del poder, del que tanto se
dice que hay en el Vaticano.
El papa Benedicto,
renunciando a su papado, contribuye a seguir renovando la iglesia mucho más que
con sus elegantes y profundos discursos. No olvidemos que la fe cristiana hace
humano a lo divino y lo divino lo hace humano. Es un fuerte impulso para
continuar abriendo ventanas y que entre el aire fresco también a los 50 años
del Concilio Vaticano II, del que él fue en su juventud un gran impulsor. Su
gesto ha puesto de manifiesto que la iglesia de Jesús tiene que dejarse guiar
por la fuerza y la libertad del Espíritu de Jesús, y no tanto por otras
estrategias y ataduras de otros tiempos.
El
papa Benedicto, renunciando a su papado, no tira la toalla, como dicen algunos
titulares de la prensa, ni se rinde ante las estrategias incorregibles de la
curia, ni ante la alarmante situación de los casos más escandalosos, ni se
sacude el mandato por la falta de apoyo a sus reformas, ni huye del sacrificio
de la cruz de cada día… El papa, Benedicto, ha entendido que su persona no es
el centro de la fe, que no es a él a quien hay que “adorar”, ni es él quien tiene el monopolio de la iglesia de Jesús, sino que es el Espíritu
de Jesús, expresado en el evangelio que está por encima de nuestras
organizaciones e instituciones. Él, como Papa, es infalible, pero tiene fecha
de caducidad, porque es simplemente humano. Solo Dios es la verdad y es
eterno.
Han pasado 700 años para que se dé este
avance, que debería ser tan de la vida
normal en la vida de la iglesia, como lo es en la vida de cualquier abuelo de
la familia, por importante que haya sido.
El papa Benedicto, con este gesto, ya ha quitado mucha herrumbre que
pesaba sobre ella. Gracias, abuelo-papa, porque
haciéndote humilde, te has hecho más humano y más divino.
Que otros monseñores, de aquí y de
allá, tan abuelos como el papa, tomen su ejemplo. La iglesia no debe estar
dirigida ya por el inmovilismo de abuelos, entrañables, pero con la lentitud de
los abuelos. Su eficacia es mayor si ejercen su testimonio de fe, desde la
humildad de ser simplemente abuelos llenos de fe y de cordura, dando paso a
quienes están en plenas facultades. Que los grupos católicos, más integristas y
más papistas que el papa, tomen nota de ello y sigan su ejemplo, sin esperar
otros 700 años. Dios, está por encima de nosotros y puede actuar por encima de
las limitaciones humanas, es verdad, pero, nos respeta tanto, que no hace nunca
nada sin contar con nosotros. Si nosotros frenamos, Él frena. Si nosotros abrimos caminos, Dios nos
ayuda a avanzar.
Necesitamos
personas dinámicas, emprendedoras, con capacidad de ver más allá de lo que
siempre se hizo igual. Tampoco pongo, por sistema, a los jóvenes, como si
fueran el remedio y, menos a ciertos jóvenes curas y obispos de ahora que, ante
las adversidades, se escudan en ser ejecutores de órdenes de rancio abolengo y
no están por lo que les tocaría ser: trampolines de energía que impulsan una
constante renovación profunda para situar a la iglesia en el corazón de las masas y en diálogo con los
tiempos actuales.
Espero que el próximo papa, y todos
con él, hagamos posible una profunda
humanización, desde dentro de las entrañas de la iglesia, para que también se
irradie a la humanización de otras realidades del mundo.
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