En
aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por
delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir
él. Y les decía: "La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues,
al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de
lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a
saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y
si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no,
volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben
bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid:
"Está cerca de vosotros el reino de Dios."
Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y
decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los
pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está
cerca el reino de Dios."
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo."
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre."
Él les contestó: "Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado
potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno.
Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los
espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el
cielo."
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Comentarios: José Antonio Pagola
El
Papa Francisco está
llamando a la Iglesia a salir de sí misma olvidando miedos e intereses propios,
para ponerse en contacto con la vida real de las gentes y hacer presente el
Evangelio allí donde los hombres y mujeres de hoy sufren y gozan, luchan y
trabajan.
Con su lenguaje inconfundible y sus
palabras vivas y concretas, nos está abriendo los ojos para advertirnos del
riesgo de una Iglesia que se asfixia en una actitud autodefensiva: “cuando la
Iglesia se encierra, se enferma”; “prefiero mil veces una Iglesia accidentada a
una que esté enferma por encerrarse en sí misma”.
La consigna de Francisco es clara: “La
Iglesia ha de salir de sí misma a la periferia, a dar testimonio del Evangelio
y a encontrarse con los demás”. No está pensando en planteamientos teóricos,
sino en pasos muy concretos: “Salgamos de nosotros mismos para encontrarnos con
la pobreza”.
El Papa sabe lo que está diciendo.
Quiere arrastrar a la Iglesia actual hacia una renovación evangélica profunda.
No es fácil. “La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos
más seguros, si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que
construimos, programamos y planificamos nuestra vida según nuestros esquemas,
seguridades y gustos”.
Pero Francisco no tiene miedo a la
“novedad de Dios”. En la fiesta de Pentecostés ha formulado a toda la Iglesia
una pregunta decisiva a la que tendremos que ir respondiendo en los próximos
años: “¿Estamos decididos a recorrer caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta
o nos atrincheraremos en estructuras caducas que han perdido la capacidad de
respuesta?
No quiero ocultar mi alegría al ver
que el Papa Francisco nos llama a reavivar en la Iglesia el aliento
evangelizador que Jesús quiso que animara siempre a sus seguidores. El
evangelista Lucas nos recuerda sus consignas. “Poneos en camino”. No hay
que esperar a nada. No hemos de retener a Jesús dentro nuestras parroquias. Hay
que darlo a conocer en la vida.
“No llevéis bolsas, alforjas ni
sandalias de repuesto”. Hay que salir a la vida de manera sencilla y
humilde. Sin privilegios ni estructuras de poder. El Evangelio no se impone por
la fuerza. Se contagia desde la fe en Jesús y la confianza en el Padre.
Cuando entréis en una casa, decid :”Paz
a esta casa”. Esto es lo primero. Dejad a un lado las condenas, curad a los
enfermos, aliviad los sufrimientos que hay en el mundo. Decid a todos que Dios
está cerca y nos quiere ver trabajando por una vida más humana. Esta es la gran
noticia del reino de Dios.
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