Juan 14, 23-29 (6 Pascua-C)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi
palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que
no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía,
sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro
lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre,
será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La
paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a
vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque
el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que
cuando suceda, sigáis creyendo.»
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José Antonio Pagola
Jesús se está despidiendo de sus últimos discípulos. Los ve
tristes y acobardados. Todos saben que están viviendo las últimas horas con su
Maestro. ¿Qué sucederá cuando les falte? ¿A quién acudirán? ¿Quién los
defenderá? Jesús quiere infundirles ánimo descubriéndoles sus últimos deseos.
Que no se pierda mi mensaje. Es el primer deseo de Jesús.
Que no se olvide su Buena Noticia de Dios. Que sus seguidores mantengan siempre
vivo el recuerdo del proyecto humanizador del Padre: ese «reino de Dios» del
que les ha hablado tanto. Si lo aman, estos es lo primero que han de cuidar. «El
que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras... el que no me ama no las guardará».
Después de veinte siglos, ¿qué hemos hecho del Evangelio de
Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo estamos manipulando desde nuestros propios
intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo
presentamos con autenticidad o lo ocultamos con nuestras doctrinas?
El Padre os enviará en mi nombre un Defensor. Es el segundo
deseo de Jesús. No quiere que se queden huérfanos. No sentirán su ausencia. El
Padre les enviará el Espíritu Santo que los defenderá del riesgo de desviarse
de él. Este Espíritu que han captado en él, enviándolo hacia los pobres, los
impulsará también a ellos en la misma dirección.
El Espíritu les «enseñará» a comprender mejor todo lo que
les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia. Les
«recordará» lo que le han escuchado. Los educará en su estilo de vida.
Después de veinte siglos, ¿Qué espíritu reina entre los
cristianos? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su
Buena Noticia? ¿Vivimos atentos a los que sufren? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy
su aliento renovador?
Os doy mi paz. Es el tercer deseo de Jesús. Quiere que vivan
con la misma paz que han podido ver en él, fruto de su unión íntima con el
Padre. Les regala su paz. No es como la que les puede ofrecer el mundo. Es diferente.
Nacerá en su corazón si acogen el Espíritu de Jesús.
Esa es la paz que han de contagiar siempre que lleguen a un
lugar. Lo primero que difundirán al anunciar el reino de Dios para abrir
caminos a un mundo más sano y justo. Nunca han de perder esa paz. Jesús
insiste: «No os inquietéis ni tengáis miedo».
Después de veinte siglos, ¿Por qué nos paraliza el miedo al
futuro? ¿Por qué tanto recelo ante la sociedad moderna? Hay mucha gente que
tiene hambre de Jesús. El papa Francisco es un regalo de Dios. Todo nos está
invitando a caminar hacia una Iglesia más fiel a Jesús y a su Evangelio.
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