Lucas 17, 11-19
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea.
Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres
leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
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José Antonio Pagola
El relato comienza narrando la curación de un grupo de diez
leprosos en las cercanías de Samaría. Pero, esta vez, no se detiene Lucas en
los detalles de la curación, sino en la reacción de uno de los leprosos al
verse curado. El evangelista describe cuidadosamente todos sus pasos, pues
quiere sacudir la fe rutinaria de no pocos cristianos.
Jesús ha pedido a los leprosos que se presenten a los
sacerdotes para obtener la autorización que los permita integrarse en la
sociedad. Pero uno de ellos, de origen samaritano, al ver que está curado, en
vez de ir a los sacerdotes, se vuelve para buscar a Jesús. Siente que para él
comienza una vida nueva. En adelante, todo será diferente: podrá vivir de
manera más digna y dichosa. Sabe a quién se lo debe. Necesita encontrarse con
Jesús.
Vuelve «alabando a Dios a grandes gritos». Sabe que
la fuerza salvadora de Jesús solo puede tener su origen en Dios. Ahora siente
algo nuevo por ese Padre Bueno del que habla Jesús. No lo olvidará jamás. En
adelante vivirá dando gracias a Dios. La alabará gritando con todas sus
fuerzas. Todos han de saber que se siente amado por él.
Al encontrarse con Jesús, «se echa a sus pies dándole
gracias». Sus compañeros han seguido su camino para encontrarse con los
sacerdotes, pero él sabe que Jesús es su único Salvador. Por eso está aquí
junto a él dándole gracias. En Jesús ha encontrado el mejor regalo de Dios.
Al concluir el relato, Jesús toma la palabra y hace tres
preguntas expresando su sorpresa y tristeza ante lo ocurrido. No están
dirigidas al samaritano que tiene a sus pies. Recogen el mensaje que Lucas
quiere que se escuche en las comunidades cristianas.
«¿No han quedado limpios los diez?». ¿No se han
curado todos? ¿Por qué no reconocen lo que han recibido de Jesús? «Los otros
nueve, ¿dónde están?». ¿Por qué no están allí? ¿Por qué hay tantos
cristianos que viven sin dar gracias Dios casi nunca? ¿Por qué no sienten un
agradecimiento especial hacia Jesús? ¿No lo conocen? ¿No significa nada nuevo
para ellos?
«¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a
Dios?». ¿Por qué hay personas alejadas de la práctica religiosa que sienten
verdadera admiración y agradecimiento hacia Jesús, mientras algunos cristianos
no sienten nada especial por él? Benedicto XVI advertía hace unos años que un
agnóstico en búsqueda puede estar más cerca de Dios que un cristiano rutinario
que lo es solo por tradición o herencia. Una fe que no genera en los creyentes
alegría y agradecimiento es una fe enferma.
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