Juan 2,1-11 (2 Tiempo ordinario – C)
A los tres días había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
******\/******
José Antonio Pagola
Jesús ha sido conocido siempre como el fundador del
cristianismo. Hoy, sin embargo, comienza a abrirse paso otra actitud: Jesús es
de todos, no solo de los cristianos. Su vida y su mensaje son patrimonio de la
humanidad.
Nadie en Occidente ha tenido un poder tan grande sobre los
corazones. Nadie ha expresado mejor que él las inquietudes e interrogantes del
ser humano. Nadie ha despertado tanta esperanza. Nadie ha comunicado una
experiencia tan sana de Dios sin proyectar sobre él ambiciones, miedos y
fantasmas. Nadie se ha acercado al dolor humano de manera tan honda y
entrañable. Nadie ha abierto una esperanza tan firme ante el misterio de la
muerte y la finitud humana.
Dos mil años nos separan de Jesús, pero su persona y su
mensaje siguen atrayendo a muchos. Es verdad que interesa poco en algunos
ambientes, pero también es cierto que el paso del tiempo no ha borrado su
fuerza seductora ni amortiguado el eco de su palabra.
Hoy, cuando las ideologías y religiones experimentan una
crisis profunda, la figura de Jesús escapa de toda doctrina y trasciende toda
religión, para invitar directamente a los hombres y mujeres de hoy a una vida
más digna, dichosa y esperanzada.
Los primeros cristianos experimentaron a Jesús como fuente
de vida nueva. De él recibían un aliento diferente para vivir. Sin él, todo se
les volvía de nuevo seco, estéril, apagado. El evangelista Juan redacta el
episodio de la boda de Caná para presentar simbólicamente a Jesús como portador
de un «vino bueno», capaz de reavivar el espíritu.
Jesús puede ser hoy fermento de nueva humanidad. Su vida, su
mensaje y su persona invitan a inventar formas nuevas de vida sana. Él puede
inspirar caminos más humanos en una sociedad que busca el bienestar ahogando el
espíritu y matando la compasión. Él puede despertar el gusto por una vida más
humana en personas vacías de interioridad, pobres de amor y necesitadas de
esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario