28/2/22

CONVERTIR TODO EN PAN

 Lucas 4,1-13     (1 Cuaresma – C)


Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”». Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra”». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

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 José Antonio Pagola


Es nuestra gran tentación. Reducir todo el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos: empeñarnos en convertirlo todo en pan con que alimentar nuestras apetencias.

Nuestra mayor satisfacción, y a veces casi la única, es digerir y consumir productos, artículos, objetos, espectáculos, libros, televisión. Hasta el amor ha quedado convertido con frecuencia en mera satisfacción sexual.

Corremos la tentación de buscar el placer más allá de los límites de la necesidad, incluso en detrimento de la vida y la convivencia. Terminamos luchando por satisfacer nuestros deseos, aun a costa de los demás, provocando la competitividad y la guerra entre nosotros.

Nos engañamos si pensamos que es ese el camino de la liberación y de la vida. Al contrario, ¿no hemos experimentado nunca que la búsqueda exacerbada de placer lleva al aburrimiento, el hastío y el vaciamiento de la vida? ¿No estamos viendo que una sociedad que cultiva el consumo y la satisfacción no hace sino generar insolidaridad, irresponsabilidad y violencia?

Esta civilización, que nos ha «educado» para la búsqueda del placer fuera de toda razón y medida, está necesitando un cambio de dirección que nos pueda infundir nuevo aliento de vida.

Hemos de volver al desierto. Aprender de Jesús, que se negó a hacer prodigios por pura utilidad, capricho o placer. Escuchar la verdad que se encierra en sus inolvidables palabras: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios».

¿No necesitamos liberarnos de nuestra avidez, egoísmo y superficialidad, para despertar en nosotros el amor y la generosidad? ¿No necesitamos escuchar a Dios, que nos invita a gozar creando solidaridad, amistad y fraternidad?



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