Juan
13,31-33a.34-35 (5 Pascua –
C)
Cuando
salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: —«Ahora
es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es
glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo
glorificará.
Hijos
míos, me queda poco de estar con vosotros.
Os
doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos
también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos
míos será que os amáis unos a otros».
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José Antonio Pagola
COMUNIDAD DE AMISTAD
Jesús comparte con sus
discípulos los últimos momentos antes de volver al misterio del Padre. El
relato de Juan recoge cuidadosamente su testamento: lo que Jesús quiere dejar
grabado para siempre en sus corazones: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
unos a otros como yo os he amado».
El evangelista Juan tiene su
atención puesta en la comunidad cristiana. No está pensando en los de fuera.
Cuando falte Jesús, en su comunidad se tendrán que querer como «amigos», porque
así los ha querido Jesús: «Vosotros sois mis amigos»; «ya no os llamo siervos,
a vosotros os he llamado amigos». La comunidad de Jesús será una comunidad de
amistad.
Esta imagen de la comunidad
cristiana como «comunidad de amigos» quedó pronto olvidada. Durante muchos
siglos, los cristianos se han visto a sí mismos como una «familia» donde
algunos son «padres» (el papa, los obispos, los sacerdotes, los abades...); otros
son «hijos» fieles, y todos han de vivir como «hermanos».
Entender así la comunidad
cristiana estimula la fraternidad, pero tiene sus riesgos. En la «familia
cristiana» se tiende a subrayar el lugar que le corresponde a cada uno. Se
destaca lo que nos diferencia, no lo que nos une; se da mucha importancia a la autoridad,
el orden, la unidad, la subordinación. Y se corre el riesgo de promover la
dependencia, el infantilismo y la irresponsabilidad de muchos.
Una comunidad basada en la
«amistad cristiana» enriquecería y transformaría hoy a la Iglesia de Jesús. La
amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia. Entre amigos se
cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de
nadie. Ningún amigo es superior a otro. Se respetan las diferencias, pero se
cuida la cercanía y la relación.
Entre amigos es más fácil
sentirse responsable y colaborar. Y no es tan difícil estar abiertos a los
extraños y diferentes, los que necesitan acogida y amistad. De una comunidad de
amigos es difícil marcharse. De una comunidad fría, rutinaria e indiferente, la
gente se va, y los que se quedan apenas lo sienten.
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